¡Oh Jesús! Te ruego por tus fieles y fervorosos sacerdotes, por tus sacerdotes tibios e infieles, por tus sacerdotes que trabajan cerca o en lejanas misiones, por tus sacerdotes que sufren tentación, por tus sacerdotes que sufren soledad y desolación, por tus jóvenes sacerdotes, por tus sacerdotes ancianos, por tus sacerdotes enfermos, por tus sacerdotes agonizantes por los que padecen en el purgatorio. Pero sobre todo, te encomiendo a los sacerdotes que me son más queridos, al sacerdote que me bautizó, al que me absolvió de mis pecados, a los sacerdotes a cuyas Misas he asistido y que me dieron tu Cuerpo y Sangre en la Sagrada Comunión, a los sacerdotes que me enseñaron e instruyeron, me alentaron y aconsejaron, a todos los sacerdotes a quienes me liga una deuda de gratitud, especialmente a... ¡Oh Jesús, guárdalos a todos junto a tu Corazón y concédeles abundantes bendiciones en el tiempo y en la eternidad! Amén.