Carta circular del General de los Capuchinos, Fr. Mauro Jöhri, con vistas a la beatificación del grupo de capuchinos
Queridos hermanos y hermanas:
Nos llegan casi cotidianamente noticias de cristianos asesinados, especialmente en el Medio Oriente, únicamente por motivo de su pertenencia a la religión cristiana. Son hechos que nos causan horror. Nos preguntamos ¿cómo es posible que esto suceda todavía en nuestros días? Se trata realmente de hechos inaceptables, pero olvidamos quizá demasiado fácilmente que cosas semejantes sucedieron por ejemplo en España hace menos de cien años y que entre las victimas de aquella persecución figuran también muchos hermanos capuchinos.
2. La Orden se une muy estrechamente a los hermanos de la Provincia capuchina de Cataluña en la celebración de la beatificación de 26 de sus hijos, asesinados en odio a la fe durante la guerra civil (1936-1939). El próximo 21 de noviembre en la catedral de Barcelona a las 11.30, la Iglesia proclamará beatos a fr. Frederic de Berga y 25 compañeros de martirio. ¡Alegrémonos y demos gracias al Señor!
El contexto histórico
3. La Provincia de Cataluña tuvo el Capítulo provincial del 13 al 16 de julio de 1936. Ya durante aquel Capítulo se habló de la posibilidad de que estallase algún tipo de revuelta, con incendios de iglesias y asesinatos de sacerdotes, como había sucedido ya en otros lugares. Se buscó el modo de poner a salvo en casa de amigos los enseres más preciosos y los paramentos sagrados. Cada convento, además, tenía una lista de personas cercanas a los frailes, dispuestas a acogerlos. De manera que, al iniciarse la persecución, inmediatamente después del estallido de la Guerra Civil, los hermanos se dispersaron y fueron acogidos por los familiares y por los amigos. Los lugares donde los hermanos encontraron refugio, podían dar seguridad por algunos días o a lo más por alguna semana; eso se pensaba que pudiera durar la turbulencia, y no ciertamente por dos años y medio, que era cuanto iba a durar la clandestinidad y la persecución y la caza a quien fuera sacerdote o religioso.
4. No fueron las autoridades de la República quienes persiguieron a los religiosos. En aquellos primeros meses de guerra, la retaguardia republicana permaneció bajo el poder de los comités revolucionarios anárquicos, que se hicieron dueños de la calle sin que nadie se lo impidiese. Nuestros hermanos, en general, habían mantenido siempre una actitud dialogante con la República. Además, en Cataluña eran particularmente amados por su sintonía con "la Renaixença", el movimiento de redescubrimiento y revalorización de la identidad catalana de fines del s. XIX y principios del s. XX. Sin embargo, precisamente esto constituyó un agravante para algunos revolucionarios, los cuales consideraban la misma República y el amor a la propia tierra y cultura como características burgueses que debían ser erradicadas como la religión.
5. La persecución no fue simplemente obra de personas no controladas. Había instrucciones bien precisas para buscar y suprimir a los religiosos. Se hicieron pesquisas en muchas casas privadas. Algunos de estos mártires tuvieron que huir de una a otra casa, sin poder hallar un refugio seguro. En el caso de fr. Martín de Barcelona, historiador que había estudiado en Lovaina y era autor de estudios sobre san Francisco y Raimundo Lulio, los revolucionarios detuvieron a toda su familia y, bajo amenaza de muerte, obtuvieron que los familiares revelaran donde se encontraba. Otros, como fr. Vicenç de Besalú, tuvieron que dormir al raso durante muchos días.
6. He aquí el elenco de los hermanos capuchinos de los cuales se ha reconocido el martirio y serán beatificados:
P. Frederic de Berga (Martí Tarrés Puigpelat)
P. Modest de Mieres (Joan Bover Teixidó)
P. Zacaries de Llorenç del Penedés (Sebastiá Sonet Romeu)
P. Remigi del Papiol (Esteve Santacana Armengol)
P. Anselm d'Olot (Laurentí Basil Matas)
P. Benigne de Canet de Mar (Miquel Sagré Fornaguera)
P. Josep de Calella de la Costa (Joan Vila Colomé)
P. Martí de Barcelona (Jaume Boguñá Casanova)
P. Rafael Maria de Mataró (Francesc de Paula Soteras Culla)
P. Agustí de Montclar de Donzell (Josep Alsina Casas)
P. Doroteu de Vilalba dels Arcs (Jordi Sampé Tarragó)
P. Alexandre de Barcelona (Jaume Nájera Gherna)
P. Tarsici de Miralcamp (Josep Vilalta Saumell)
P. Vincenç de Besalú (Julià Gebrat Marcé)
P. Timoteu de Palafrugell (Jesús Miquel Girbau)
Fr. Miquel de Bianya (Pelai Ayats Vergés)
Fr. Jordi de Santa Pau (Manuel Collellmir Senties)
Fr. Bonaventura de Arroyo Cerezo (Tomás Díaz Díaz)
Fr. Marçal del Penedès (Carles Canyes Santacana)
Fr. Eudald d'Igualada (Lluís Estruch Vives). El más joven, tenía sólo dieciocho años
Fr. Paciá Maria de Barcelona (Francesc Maria Colomer Presas)
Fr. Ángel de Ferreries (Josep Coll Martí)
Fr. Cebrià de Terrassa (Ramon Gros Ballvé)
Fr. Eloi de Bianya (Joan Ayats Plantalech)
Fr. Prudenci de Pomar de Cinca (Gregori Charlez Ribera)
Fr. Félix de Tortosa (Joan Bonavida Dellà).
Conozcamos más de cerca a algunos de estos hermanos.
7. Fr. Frederic de Berga, que es el primero en la lista, había sido guardián, misionero en América Central y Provincial por un trienio. El Obispo de Vic había dicho de él que era el predicador más apostólico que había en su diócesis. Al principio de la revolución era guardián en el convento de Arenys. Después de esconderse algunos días por los montes, llegó a Barcelona y participó activamente en la red clandestina de la Iglesia que se estaba formando. Poco antes de la muerte, en febrero de 1937, calculaba haber distribuido, siempre con peligro de la vida, cerca de 1200 comuniones. Celebraba la Eucaristía en casas privadas, donde se reunían pequeños grupos de fieles, haciendo uso del permiso dado por la Santa Sede de celebrar sin ornamentos ni vasos sagrados. Fue descubierto durante una pesquisa en la casa donde había sido acogido.
8. Fr. Eloy de Bianya es quizá la figura más amada de todo el grupo de los mártires. Era hermano portero del convento de Sarriá. El padre de un fraile actual, que lo conoció, había dicho de él que era "el hombre que me ha hablado menos y me ha comunicado más". Estuvo acogido en la casa del señor Maurici Serrahima, vecino al convento, el cual en sus memorias ha dejado esta bellísima descripción: "Mucho se ha hablado de fr. Eloy, y con razón. (…) Tenía en el rostro una sonrisa buena y al mismo tiempo dulcemente irónica. (…) Era una figura de hombre agradable de ver y de tener cercano. Las simpatías que había despertado en la portería del convento eran inmensas, y todos lo conocían. Sonreía y sabía gastar una broma cuando era oportuna. Pero en él debía haber una vida interior muy intensa, de la cual tenía que provenir el equilibrio en todo. No molestaba y no hacía ruido. No hablaba si no le hablaban. Y cuando hablaba, lo hacía con una suavidad que deseaba ser solo discreta y muchas veces resultaba impresionante. No una palabra de lamento ni de protesta. Durante su permanencia en nuestra casa, nunca habló de venganza, incluso tampoco de hacer justicia. 'Estos hombres (decía, refiriéndose a aquellos que se habían lanzado a la locura de los incendios y de los asesinatos) son buena gente. Han sufrido mucho, han pasado por estrecheces y humillaciones. Estoy seguro de que han sido fieles a su mujer, han luchado por su familia. Lo que están haciendo ahora es la primera maldad que cometen. Y lo hacen porque están convencidos de que así mejorarán el destino de los pobres. Los encontraremos en el cielo…'. No aseguro que haya dicho literalmente estas palabras. Pero que era esto lo que significaban cuando me hablaba". Fr. Eloy fue arrestado en la estación del tren junto a otros tres frailes cuando pretendía dirigirse a su país natal.
9. Entre los jóvenes estudiantes asesinados se puede destacar a fr. Marçal de Villafranca, el más joven de cuatro hermanos frailes. Tenía 19 años. Después de dos pesquisas de los revolucionarios que estaban buscando a sus hermanos mayores, la familia decidió trasladarse a otro barrio, pero una vecina los siguió y los denunció al comité de zona y lo arrestaron. Saludando a su madre, dijo: "Mama, no sufrir por lo que me pueda pasar. Mi conciencia está en paz con Dios".
10. Fr. Modest de Mieres y fr. Ángel de Ferrieres eran un anciano teólogo y un joven hermano laico que se refugiaron en la casa de otro hermano, cercana al convento de Sarriá. La casa fue sometida a varias pesquisas, durante las cuales ellos se hicieron pasar como parientes de la familia. Fr. Ángel habría podido escapar, pero no quiso abandonar a fr. Modest y a otro hermano, enfermo en cama. Fr. Modest compuso una oración que recitaban juntos todos los días: "En este momento y ciertamente en la hora de la muerte, si no me encontrara en circunstancias convenientes, con la ayuda de la divina gracia que humildemente confío que me concederéis, acepto, oh Dios mío, voluntariamente, con todo el placer, humildemente y de todo corazón, aquella muerte que queráis enviarme. Cualquiera que ella sea, uno mi muerte a la muerte santísima de nuestro Señor Jesucristo, que en este momento se está renovando en el santo sacrificio de la Misa, y así unida os la ofrezco, oh Dios mío, suplicándoos humildemente que os dignéis aceptarla benignamente, no obstante mi bajeza y miseria, en unión con la muerte de nuestro Señor Jesucristo, para la remisión de todas mis culpas y pecados, y de las culpas y pecados de todos los hombres". Finalmente, denunciados por algunos vecinos, fueron arrestados y asesinados en las cercanías del convento.
11. Algunos de los nuevos mártires fueron misioneros: fr. Anselm d'Olot y fr. Benigne de Canet habían estado en el Caquetá (Colombia); fr. Zacaries de Llorenç terminó sus estudios en Pasto (Colombia) y fue ordenado sacerdote en Bogotá; fr. Remigi de Papiol estuvo en Manila (Filipinas), en el vicariato de Bluefields (Nicaragua) y en Costa Rica; y fr. Frederic de Berga estuvo en Costa Rica.
12. De los 26 que son beatificados en esta ocasión, 17 murieron entre julio y agosto. Luego la persecución comenzó a perder intensidad. El último en morir fue fr. Frederic de Berga el 16 de febrero de 1937. En mayo de 1937 el gobierno de la República tomó el control de la situación de Barcelona y prácticamente cesaron los asesinatos. No obstante, la Iglesia continuó viviendo en la clandestinidad hasta el fin de la guerra en 1939.
El papel de familiares y amigos
13. Juntamente con el heroísmo de los mártires, hay que resaltar el de las familias que acogieron en sus casas, con peligro de la propia vida, a ellos y a otros que sobrevivieron a la persecución. Hubo casos de personas asesinadas por haber acogido en sus casas a un sacerdote o a un religioso, sin embargo no sucedió esto entre aquellos que acogieron a nuestros hermanos. En algunos casos ciertamente fueron arrestados algunas horas o días miembros de las familias que los habían acogido, pero al fin fueron siempre liberados. En un primer momento, estas familias fueron de personas muy cercanas a los conventos. Pero en seguida se debió recurrir a otros amigos o amigos de amigos, los cuales también generosamente se prestaron a dar acogida, por amor a los hermanos y a la Iglesia, conscientes también del riesgo que ello comportaba. A veces en las familias se enseñó a los niños de la casa a llamar al fraile "abuelo" o "tío" cada vez que entraba algún desconocido. Se dio un caso en que un dirigente anárquico tomó bajo su protección a un fraile que había sido arrestado por el simple hecho de estar rezando discretamente el rosario en un lugar público.
Dispuestos a donarse hasta el fondo
14. Estos nuestros hermanos eran conscientes de lo que podía sucederles. Buscaron protección aquí y allá, recordando cuanto afirma Jesús en el Evangelio de Mateo (10,23): "Cuando os persigan en una ciudad, huid a otra", pero cuando el momento de la prueba se presentó de modo serio, ellos no se tiraron atrás y dieron el testimonio supremo. Me pregunto si nosotros hoy como hermanos capuchinos tenemos la misma convicción y disponibilidad para dar, si fuera necesario, nuestra vida por Cristo, caso de que tuviera que presentarse lo que Hans Urs von Balthasar llamaba: "El caso serio" (Cordula oder der Ernstfall, Johannes 19874).
15. Me parece justo proponeros esta pregunta, porque todos corremos el peligro denunciado por San Francisco en la VI Admonición:
"Reparemos todos los hermanos en el buen Pastor, que por salvar a sus ovejas soportó la pasión de la cruz. Las ovejas del Señor le siguieron en la tribulación y la persecución, en el sonrojo y el hambre, en la debilidad y la tentación, y en todo lo demás; y por ello recibieron del Señor la vida sempiterna. Por eso es grandemente vergonzoso para nosotros los siervos de Dios que los santos hicieron las obras, y nosotros, con narrarlas, queremos recibir gloria y honor".
16. Alegrémonos por el don de esto 26 nuevos mártires que la Iglesia proclama, y con la intercesión de la Virgen Inmaculada, Patrona de la Orden, pidamos para nosotros, hermanos capuchinos, un renovado empeño para seguir a Cristo con alegría anunciando la misericordia y la paz de Dios.
¡Fraternamente!
Fr. Mauro Jöhri, Ministro general OFMCap
Roma, 4 de octubre de 2015, Solemnidad de San Francisco de Asís