La fundadora de las religiosas de Valleumbrosa nació en Faenza de la Romaña, en 1226. Sus padres, que eran ricos y nobles, le dieron el nombre de Rosana, porque tenían familia en la población del mismo nombre. Pero en la historia se la conoce con el nombre de Humildad (en latín Humilitas), el que tomó al entrar en religión. Cuando tenía quince años, sus padres la obligaron a contraer matrimonio con un noble de la región, llamado Ugoletto. Era éste tan frivolo, como su joven esposa era devota. Rosana tuvo la desgracia de perder a sus dos hijos poco después de que recibieran el bautismo. Durante nueve años hizo lo posible por ganarse el amor de su esposo, sin conseguirlo. Al cabo de ese período, Ugoletto contrajo una enfermedad que le puso a las puertas de la muerte; cuando recobró la salud, los médicos le aconsejaron que, en adelante, viviese con su esposa como hermano y hermana. Poco después, ambos entraron en los monasterios gemelos de Santa Perpetua, en las afueras de Faenza: Ugoletto en calidad de hermano lego y Rosana como religiosa de coro.
Humildad tenía entonces veinticuatro años. Pronto cayó en la cuenta de que, la vida en aquella comunidad no era tan solitaria y austera como la que ella deseaba; así pues, se retiró primero a un convento de Clarisas Pobres y después a una celda que le construyó un pariente, al que había curado de una dolorosa enfermedad en los pies. La celda se hallaba situada junto a la iglesia de San Apolinar. La beata Humildad podía seguir la misa y recibir la comunión a través de una ventanita. Según parece, dicha iglesia estaba atendida por unos religiosos que dependían de la abadía de San Crispín de Valleumbrosa. De acuerdo con el ceremonial acostumbrado, el abad de San Crispín asistió a la enclaustración solemne de la beata. A partir de entonces, la beata llevó una vida de mortificación heroica: sólo comía pan y algunas verduras de cuando en cuando; vestía un cilicio de cerdas y, las horas nocturnas que hurtaba al sueño, las pasaba arrodillada de cara a la pared.
Humildad se había negado a ver de nuevo a su esposo, después de la separación; pero él no podía olvidarla y, para estar cerca de ella, ingresó en la abadía de San Crispín, donde murió, tres años después. Cuando Humildad llevaba ya doce años de reclusión, el abad de Valleumbrosa la convenció de que abandonase su retiro para fundar un convento femenino. La beata fundó entonces, fuera de las murallas de Faenza, en un lugar llamado Malta, el primer convento de religiosas de Valleumbrosa. Dicho convento se llamó Santa María Novella della Malta; Humildad fue la primera abadesa. Mucho tiempo después, en 1501, las religiosas tuvieron que trasladarse, por motivos de seguridad, al sitio que había ocupado antiguamente el monasterio de Santa Perpetua. Poco antes de su muerte, Humildad fundó en Florencia otro convento, del que fue también abadesa. Ahí murió, a los ochenta años de edad, el 22 de mayo de 1310.
La tradición atribuye a la beata varios tratados; se dice que los dictó en latín, a pesar de que nunca había estudiado esa lengua. Uno de los tratados versa sobre los ángeles y ella dice que había vivido en constante comunicación con dos espíritus celestiales, uno de los cuales era su ángel guardián. El 27 de enero de 1720, bajo el papa Benedicto XIII, fue confirmado el culto «ab inmemoriabili».
En Acta Sanctorum hay una biografía escrita por un contemporáneo; está tomada de un manuscrito certificado como copia exacta por un notario en 1332. Entre las biografías modernas citaremos la de M. Ercolani (1910) y la obra más breve de la Sra. de M. E. Pietromarchi, S. Umilita Negusanti (1935). Los tratados latinos de Santa Humildad fueron editados por Torello Sala en Florencia (1884); el latín es, según se dice, muy duro y artificial. El Martirologio Romano actual la inscribe como beata, ya que sólo ha sido confirmado el culto, sin embargo lo frecuente es encontrarla como santa.
El cuadro es de Pietro Lorenzetti, «Humildad transporta piedras para construir su monasterio», en torno al 1341, Galleria degli Uffizi, en Florencia.