En 1875 comenzó como alumna del colegio de Santa Rufina, en Roma, y allí percibió con claridad su llamada a la vida consagrada. Para Teresa fue fundamental el encuentro con el abad de los basilianos de Grottaferrata, el P. Arsenio Pellegrini, que llegó a ser su director espiritual, y guía en el discernimiento vocacional.
A los 18 años quiso consagrarse a Dios, y entró por obediencia a las Clarisas de Roma. Confrontaciones familiares, y oposiciones en el Instituto al que había ingresado robustecieron su espíritu y la fueron templando para la especial vocación a la que Dios la llamaba.
Alma contemplativa y apostólica, favorecida por las experiencias místicas profundas, entendió el llamado del Corazón de Jesús para hacer de su vida una ofrenda de oración y reparación en apoyo de los sacerdotes. Fundó en el año 1882 el Instituto de las Hermanas Oblatas del Sagrado Corazón de Jesús, con el fin de implorar dones de santidad para los sacerdotes, ayudarlos en su ministerio y suscitar nuevas vocaciones.
Murió santamente en Grottaferrata el 3 de abril de 1937.
Con información del web de la Congregación, y del web de los Franciscanos.