Ota había nacido en Ogica, pequeña población del reino japonés de Firando, hacia el año 1572, en el seno de una familia pagana. Pero siendo un muchacho entró en contacto con los jesuitas y, abandonando los ídolos, se convirtió al Dios vivo y verdadero y recibió el bautismo, adoptando el nombre cristiano de Agustín. Durante varios años ejerció el cargo de sacristán en la misión jesuítica, pero el beato Camilo Constanzo lo eligió como su catequista y compañero de correrías apostólicas, y desde entonces compartió los trabajos del intrépido misionero y quería también compartir su condición de religioso jesuita. Llevaban tres meses en la isla Ikitsuki, cuando Camilo decidió pasar a la isla de Noxima, y el catequista que los hospedaba, el futuro mártir beato Gaspar Koteda, se unió a ellos. Así los tres embarcaron en una barca de remos. Pero apenas se había alejado de tierra cuando una cristiana que poco antes se había confesado con el P. Constanzo y que deseaba a todo trance convertir a su marido, habló con éste de la presencia del misionero y de la oportunidad para convertirse y que en caso de que él se decidiera, ella podría conseguir que el misionero volviera. El marido fingió estar interesado, pero se fue a las autoridades y denunció la presencia del P. Constanzo señalando que se dirigía a Noxima. Entonces mandaron tres lanchas con hombres armados. No lo hallaron ya en Noxima sino en la pequeña isla de Ucu, a media legua de distancia, y allí sorprendieron a los tres el 24 de abril de 1622. La isla no pertenecía al reino de Firando y por tanto allí la detención sería ilegal, pero el administrador de la misma se los entregó, y volvieron con ellos al reino de Firando. Tras el interrogatorio, los llevaron a la isla de Ikinixima donde quedaron encarcelados. Se dio cuenta a la capital y se esperó la respuesta. Desde la cárcel Agustín escribió al P. provincial de la Compañía de Jesús solicitando su admisión en la Orden, pero la carta no le llegó al padre hasta el día antes de la muerte del catequista. Lo admitió como novicio, y al día siguiente Agustín fue decapitado, sellando con su sangre su fe cristiana. Fue beatificado el 7 de julio de 1867 por el papa Pío IX.