Andrés Caccioli nació en Spello, Umbría, en 1194. Pronto abrazó la vida eclesiástica y llegó a ser sacerdote. En 1223 quiso seguir a san Francisco y se hizo discípulo suyo ingresando en la Orden de los Hermanos Menores. De san Francisco imitó especialmente el espíritu de pobreza, y el 3 de octubre de 1226 tuvo la dicha de asistir al glorioso tránsito del Seráfico Pobrecillo. En 1233 estaba en España, donde tomó parte en el Capítulo de Soria y obtuvo con sus oraciones una lluvia providencial para aquella tierra afectada por una prolongada sequía. Igual milagro hizo en Spello.
Vivió también en el eremitorio de Las Cárceles en Asís, en gran penitencia y austeridad. Atendía sólo a la contemplación de las cosas del cielo, al cual se sentía ya cercano. Las horas libres de los actos comunes las pasaba en una gruta separado del resto del mundo, únicamente dedicado a la oración ferviente. Varias veces fue favorecido con celestiales apariciones y su espíritu probó dulzuras indescriptibles. Un día Jesús se le apareció en forma de niño, resplandeciente de belleza. Estaban en dulces conversaciones cuando sonó la campana que llamaba a los religiosos al coro para la recitación de Vísperas. Andrés, por espíritu de obediencia, suspendió la conversación para unirse a sus cohermanos. Terminadas las vísperas, regresó a su retiro y con gran alegría encontró al niño Jesús, el cual le dijo: «Hiciste bien al obedecer: pronto te llamaré a mí». Era el feliz anuncio de su próxima muerte.
En 1248 volvió al convento de San Andrés, de Spello, donde fue encargado de la dirección espiritual de las Clarisas. Obtuvo de santa Clara que fuera enviada como abadesa de Spello la beata Pacífica Guelfuccio, tía y una de las primeras y más ilustres discípulas de Santa Clara. Con la ayuda y el consejo del beato Andrés la comunidad de las Damas Pobres de la Dama Pobreza aumentó en número y fervor, renunció a la regla mitigada del Cardenal Hugolino para seguir la compuesta por San Francisco para las primeras religiosas amantes de la pobreza. De esta manera el monasterio de Spello vino a ser pronto una de las casas más florecientes de la Orden.
En Spello Andrés esperó sereno la invitación para volar a la patria celestial. Rico de méritos y glorioso por su ardiente apostolado en medio del pueblo, realizado por medio de la predicación de muchos años, recibió con edificante piedad los últimos sacramentos, y se durmió plácidamente en el Señor el 3 de junio de 1254; tenía 60 años de edad. Las antiguas crónicas franciscanas lo llaman máximo predicador y taumaturgo, recuerdan su caridad y obediencia ejemplares. Se distinguió por su fervor eucarístico, una tierna devoción a la Santísima Virgen y la contemplación de la pasión y muerte de Jesús. Su cuerpo se venera en la iglesia de San Andrés, en Spello. Fue elegido co-patrono de su ciudad en 1360. Aprobó su culto Clemente XII el 25 de julio de 1738.