Antonio nació en 1395 en San Germano, cerca de Vercelli. Era miembro de la noble familia della Chiesa di Roddi, que había de dar siglos más tarde a la Iglesia al papa Benedicto XV (Giacomo della Chiesa). Sus padres se opusieron a que entrase al convento, de suerte que tenía ya veintidós años cuando tomó el hábito de Santo Domingo en Vercelli. Fue un gran predicador y director de almas y, durante varios años, acompañó a san Bernardino de Siena en sus misiones.
Cuando fue superior del convento de Como, reformó completamente las costumbres y la vida religiosa de la ciudad. Más tarde, gobernó los conventos de Savona, Florencia y Bolonia y, en todos restableció la exacta observancia. El beato se alegraba profundamente cuando terminaba cada uno de sus períodos de superiorato y se entristecía cuando le reelegían, diciendo que ni siquiera era capaz de manejar con destreza un remo. De 1440 a 1444, el antipapa Amadeo de Saboya (no confundir con el beato Amadeo de Saboya, su nieto), quien se daba el nombre de Félix V y tenía muchos partidarios en Saboya y en Suiza, perturbó la paz de la Iglesia. El beato Antonio se le opuso vigorosamente y consiguió ganarse a muchos de sus partidarios. También predicó con gran energía contra la usura, repitiendo incansablemente la historia del usurero que, con la muerte, no sólo perdió el alma sino también el cuerpo, ya que los demonios le transportaron corporalmente al infierno, de suerte que sus familiares tuvieron que enterrar un féretro vacío. Los predicadores de la Edad Media solían emplear ese tipo de leyendas, algunas de las cuales son divertidas, otras conmovedoras y otras totalmente absurdas.
Los corsarios se apoderaron del barco en que viajaba el beato con un compañero, entre Savona y Génova. Normalmente, ello hubiera significado la muerte o la esclavitud, pero la conducta de los dos religiosos impresionó tanto a los piratas, que los dejaron libres sin exigirles rescate. El beato Antonio poseía el don de milagros y de discernimiento de espíritus. Predijo su propia muerte, que tuvo lugar en Como, el 22 de enero de 1459. El 28 de julio de 1810 se llevó a cabo la translación de sus reliquias a su ciudad natal, y su culto fue aprobado en 1819.
Véase Procter, Lives of the Dominican Saints, pp. 210-213; Pellazza, Elogio storico del B. Antonio (1863); Taurisano, Catalogus Hagiographicus O. P., p. 40; y L. Ferretti, Vita del B. Antonio (1919).