A la muerte de san Bertoldo, ocurrida alrededor del año 1195, le sucedió en el cargo de superior de los ermitaños francos del Monte Carmelo un monje francés llamado Brocardo o Brouchard. Como estos ermitaños no seguían ninguna regla fija, Brocardo pidió instrucciones a san Alberto, un canónigo regular, patriarca latino y legado papal en Palestina. Entre 1205 y 1210, san Alberto dio a los ermitaños una regla breve y simple que les impuso san Brocardo. Por aquellos reglamentos se les obligaba a vivir solos, en celdas separadas, a rezar el oficio divino u otras preces, dedicarse a los trabajos manuales, reunirse diariamente para la misa, observar la pobreza, la abstinencia perpetua y largos períodos de silencio. Los monjes debían obediencia a san Brocardo, como prior, durante su vida y después la misma obediencia hacia sus sucesores.
Luego de que el cuarto Concilio de Letrán aprobó un decreto en contra de las nuevas órdenes religiosas, los ermitaños que habían comenzado a extenderse por Palestina fueron atacados en base a que contravenían este canon, el cual no había sido aprobado por la Santa Sede, sino únicamente por el delegado. De acuerdo con las tradiciones de la Orden del Carmen, el Papa Honorio III estaba a punto de suprimir a los carmelitas, cuando se le apareció la Santísima Virgen, en el año 1226 y, en vez de acabar con ellos, aprobó su regla y autorizó su congregación. En el curso de estas dificultades, san Brocardo, gracias a su virtud y su prudencia, sostuvo a su comunidad. Murió después de haber sido prior durante unos treinta y cinco años. Uno de los pocos acontecimientos de su vida que fue registrado se refiere a la curación milagrosa de un emir musulmán que se convirtió al cristianismo. Se dice que san Alberto intentó llevar consigo a san Brocardo al Concilio de Letrán, como a un especialista en cuestiones orientales y del Islam, pero san Alberto murió asesinado el año anterior al de la sesión del Concilio.
Ver el Acta Sanctorum, sept. vol. I y, especialmente, el Monumenta Historica Carmelitana, de B. Zimmerman, pp. 276-279. También se encontrarán algunos relatos sobre san Brocardo en los Annales, vol. IV, p. 244 de Lezama, así como en Speculum Carmelitanum, V, p. 66. En 1672 la Congregación de Ritos aprobó las lecciones propias del breviario, lo que puede considerarse una confirmación del culto dentro para la Orden Carmelitana.