En un tiempo en que no puede decirse que las estructuras ayudasen precisamente a los miembros del clero diocesano a la santidad, Burcardo supo santificarse en el desempeño de su ministerio, como párroco de Beinwil, en Suiza. Había nacido en Langenmat, Suiza, hacia 1140 y, habiendo escogido el sacerdocio, se le asigna la parroquia de Beinwil. Aquí se dedica por entero al bien de sus feligreses, desempeñando con gran celo todos los ministerios propios del párroco, sobresaliendo enseguida por la digna y piadosa celebración de la misa y los sacramentos, por la asidua predicación de la palabra divina y la catequesis, por la visita a los enfermos, por la acogida a los pobres y humildes, y por la vida mortificada y piadosa que llevaba, dando ejemplo de todas las virtudes.
La iconografía lo representa con un pájaro en la mano, ya que, según la leyenda, resucitó al pájaro con que él se recreaba y que unos malintencionados habían matado para mortificarlo. No es segura la fecha de su muerte, pareciendo la más probable el año 1192. La fama de santidad que había dejado en vida hizo que enseguida acudieran los fieles a su tumba a invocar su intercesión, y hay constancia de la fama de milagros en su sepulcro, de las peregrinaciones de los fieles y del título de beato con que se le viene conociendo. La Sagrada Congregación de Ritos nunca dio una confirmación expresa del culto inmemorial, pero sí concedió en 1817 oficio y misa en su honor, incluyéndolo la diócesis de Basilea en 1866 en su Propio de los Santos. Ahora ha sido incluido en el Martirologio Romano.