Francisco Taylor es uno de los muchos mártires que produjo la Iglesia de Irlanda. El cambio de monarca en 1603, cuando Isabel, que murió sin descendencia, fue sustituida por el primer Estuardo, no trajo mutación de la cuestión religiosa. Obispos, sacerdotes, religiosos y seglares irlandeses seguirían rubricando con su sangre su fidelidad a la Iglesia católica.
El 30 enero 1621 moría mártir en Dublín el seglar Francisco Taylor. Era un hombre casado y padre de familia, que además de educar cristianamente a sus seis hijos, había prestado notables servicios a la comunidad y a la Iglesia. No había tenido empacho en abrir su casa a los sacerdotes católicos aun sabiendo que con ello se exponía a la muerte si era descubierto. Lo fue en efecto y en 1615 fue encausado por este motivo y encerrado en la cárcel. Aquí pasó siete durísimos años, en los que maduró en la santidad por el ejercicio de la fe, la paciencia y todas las virtudes. Enfermo, veía venir la muerte como consecuencia de su prisión en tan malas condiciones pero la aceptaba por total adhesión a la voluntad de Dios y por perseverancia en la fe católica. Al tiempo de su muerte era ya un anciano. Lo beatificó el papa Juan Pablo II en 1992. Su esposa era nieta de la beata Margarita Ball, otra anciana mártir irlandesa, beatificada en el mismo grupo. Una estatua (ver foto) en la pro-catedral de Santa María, en Dublin, representa juntos a los dos beatos, Margarita y Francisco.
La edición castellana del Nuevo Martirologio Romano indica para este beato el 1584 como año de muerte; sin embargo, no sólo no es posible por el contexto histórico en que se produjo el martirio, sino que además el decreto de beatificación dice claramente «mortuus est die 30 mensis Ianuarii anno 1621» (AAS 84, pág 303), se trata, pues, solo de una más de las tantas erratas de la edición (N. de ETF).