«Los santos tienen intuiciones especiales», escribía Stanggassinger. «Pero lo que es importante para mí, que no soy un santo, son simplemente las verdades eternas: La Encarnación, la Redención y la Santísima Eucaristía.»
Gaspar Stanggassinger nació en 1871 en Berchtyesgade, al sur de Alemania. Fue el segundo hijo de 12 hermanos. Su padre, respetado por todos, era campesino y poseía una cantera. Desde niño deseaba ser sacerdote. En sus años de infancia, a Gaspar le gustaba jugar a «hacer de sacerdote» y «predicaba» breves sermones a sus hermanos y hermanas; los llevaba incluso en procesión a una capilla en la montaña cercana a la propia casa.
A los 10 años fue a Frisinga a continuar sus estudios que encontró particularmente difíciles. Pero su padre le había advertido que si no superaba los exámenes, debería abandonar la escuela. A fuerza de voluntad, con gran aplicación y fidelidad a la oración, hizo constantes progresos. En los años siguientes, durante las vacaciones, reunía a grupos de jóvenes a los que enfervorizaba en la vida cristiana, animaba a formar entre ellos un grupo y le ayudaba a organizar su tiempo libre. Todos los días asistía el grupo a misa, hacían excursiones o peregrinaciones. Gaspar se dedicaba mucho a ellos e incluso, en una ocasión, arriesgó su vida para salvar a uno durante una escalada en la montaña.
Entró en el seminario diocesano de Munich y Frisinga en 1890 para comenzar sus estudios de teología. A fin de descubrir mejor la voluntad de Dios, se entregó a un riguroso programa de oración. Bien pronto vio claro que el Señor lo llamaba a vivir su vocación como religioso. Tras una visita a los redentoristas, sintió el deseo de seguir su vocación como misionero. A pesar de la oposición de su padre, entró en el noviciado redentorista de Gars en 1892 y fue ordenado sacerdote en Regensbourg en 1895.
Gaspar Stanggassinger entró en la Congregación del Santísimo Redentor para ser misionero, pero sus superiores lo destinaron a la formación de futuros misioneros, como vicedirector del pequeño seminario de Durenberg, en las cercanías de Hallein. Se entregó completamente a lo que se le había encomendado. Como religioso, había hecho el voto de obediencia y esto lo vivió de modo claro y constante. Todas las semanas, durante 28 horas, daba clase, pero estaba siempre disponible para los jóvenes. Los domingos ayudaba en las iglesias de los pueblos vecinos, sobre todo predicando. A pesar de este programa de trabajo, siempre estaba disponible de modo paciente y comprensivo para atender las necesidades de los demás, sobre todo de los estudiantes que veían en él más a un amigo que a un superior. A pesar de que el reglamento de formación era muy riguroso, Gaspar no se comportó jamás con dureza; tenía siempre el sentimiento de haber podido ofender a alguno y se excusaba constantemente con humildad.
Profundamente devoto del Señor y de la Eucaristía, invitaba en sus predicaciones a la gente y a los jóvenes a acudir al Santísimo Sacramento en los momentos de necesidad y de duda. Animaba a ir a Cristo para adorarlo y para hablar con Él como con un amigo. Recomendaba frecuentemente a los fieles que tomaran muy en serio la vida cristiana, que crecieran en la fe mediante la oración y mediante una continua conversión. Su estilo era directo y convincente, sin amenazas de castigos, en contraste con lo que era habitual en las predicaciones de su tiempo.
En 1899, los redentoristas abrieron un nuevo seminario en Gars. El Padre Gaspar Stanggassinger fue nombrado Director. Tenía entonces 28 años. Tuvo el tiempo justo de predicar un retiro a los estudiantes y de participar en la apertura del año escolar. El 26 de septiembre, su peregrinaje terreno se terminaba a causa de una peritonitis. Su causa de canonización se inició en 1935 con el traslado de sus restos a la capilla lateral de la iglesia de Gars. Fue proclamado beato por el Papa Juan Pablo II el 24 de abril de 1988.