Jordán de Pisa ha pasado a la historia como uno de los creadores del italiano moderno. Era un predicador de gran elocuencia y saber, contemporáneo de Dante y uno de los primeros en usar el dialecto toscano en vez del latín. Su contribución al enriquecimiento y consolidación del italiano hablado puede compararse con la de Dante y Petrarca respecto del italiano escrito. No sabemos nada sobre el nacimiento y los primeros años del beato. De un pasaje de sus sermones parece desprenderse que, en 1276, se hallaba estudiando en París. «Imaginad a un hombre -dijo-, que se haya ganado el favor del rey de Francia. ¿No recibirá acaso grandes honores? Yo tuve la ocasión de ver, con mis propios ojos, a un hombre así, a un hombre de humilde origen que había llegado a ganarse el favor del rey. Toda la corte y los barones se inclinaban ante él y le honraban desmensuradamente, sólo porque era amigo del rey». Esta frase se refiere ciertamente a Pedro de la Brosse, barbero y cirujano de san Luis de Francia, que fue más tarde íntimo amigo de su hijo, el rey Felipe. El primer dato cierto que poseemos sobre Jordán es que tomó el hábito de Santo Domingo, en Pisa, en 1280 y que más tarde fue a la Universidad de París a completar sus estudios.
El capítulo de la Orden de Santo Domingo, que tuvo lugar en Rietti en 1305, le nombró profesor en Florencia. Durante los tres años que desempeñó ese cargo, el alto nivel de su enseñanza hizo famoso en toda Italia el convento de Santa María Novella. Puesto que pertenecía a la Orden de Predicadores, Jordán encontraba tiempo para predicar e impartir la enseñanza. Pronto se convirtió en uno de los más grandes oradores de su época; en ocasiones llegó a predicar cincuenta veces al día. A veces empezaba a predicar sobre un tema, por la mañana, en una iglesia y continuaba a mediodía en otra, para terminar por la noche en una tercera iglesia. Los florentinos le seguían de una a otra, ávidos de escucharle. Muchos de sus oyentes tomaban notas, algunas de las cuales han llegado hasta nosotros y constituyen verdaderos tesoros lingüísticos. La predicación del beato era tan sencilla como avasalladora: hablaba de Cristo crucificado e ilustraba la doctrina con ejemplos tomados de la Sagrada Escritura y de las vidas de los santos. Con frecuencia se refería a la necesidad e importancia de la predicación y del valor de la obra de santo Domingo, antes del cual, según las palabras del beato, «apenas si había escuelas de Teología; en cambio, ahora abundan en toda la Cristiandad y todas las comunidades importantes tienen su propia cátedra, lo cual es muy útil. Antes de santo Domingo, sólo los obispos predicaban la Palabra de Dios; éste era su oficio distintivo; los sacerdotes, los monjes y los ermitaños sólo predicaban con el ejemplo». El efecto de la predicación del beato, sobre todo en Florencia, fue extraordinario y elevó el nivel de la moral en la ciudad.
Jordán trataba de asegurar la perseverancia de sus penitentes, aconsejándoles, como principales medios, la asistencia diaria a la misa, el uso frecuente de los sacramentos, las oraciones de la mañana y de la noche, el recuerdo de la presencia de Dios, la lectura espiritual y la meditación sobre la vanidad de este mundo y la eternidad del venidero. El beato acababa exhausto, después de dos o tres horas de predicación; su discípulo Ventura, que más tarde sería conocido con el nombre de Silvestre de Valdevise, le esperaba, algunas veces, al pie de la escalera del pulpito para darle un poco de vino. Ambos siervos de Dios eran muy amigos y Ventura ingresó, algo más tarde, como hermano lego en el convento de los camaldulenses de Florencia. Muchos otros penitentes de Jordán llegaron también a ser famosos por su santidad. La crónica del convento de Santo Domingo de Pisa afirma que el beato conocía de memoria «el breviario, el misal, la mayor parte de la Biblia con las notas marginales, la segunda parte de la Suma de Santo Tomás y muchos otros libros». La Cofradía del Divino Redentor, una de las que el beato fundó en Pisa, conserva todavía las constituciones primitivas. En 1311, Jordán fue profesor de Teología del convento de San Jacques, en París; pero en el camino le sorprendió una enfermedad de la que murió en Piacenza. Su culto fue confirmado en 1833.
Ver S. Razzi, Historia degli Uomini illustri O.P., vol. I, p. 66 ss.; A. Galletti, Fra Giordano da Pisa, predicatore del secólo XIV, en Archivio storico italiano, vol. XXXIII (1899).