Tomás Tunstal nació en Whinfell, junto a Kendal, en 1580. Tenía veintiséis años cuando ingresó en el colegio inglés de Douai y se preparó al sacerdocio que recibió el año 1610. Con el alias de «Dyen» volvió enseguida a Inglaterra, pero llevaba muy poco tiempo allí cuando fue reconocido como sacerdote y arrestado. Pasó cinco años largos en la prisión y a comienzos de 1616 logra huir de la cárcel, el castillo de Wishbech, pero se hirió en una mano y acudió a una mujer para que lo curara. Ésta comentó a su marido que ha atendido a un herido, y siendo el marido juez de paz sospechó que el herido era el sacerdote huido, y nuevamente fue arrestado. Esta vez lo llevaron al castillo de Norwich.
Un testigo falso, llamado Symons, declaró que había reconciliado con la Iglesia católica a dos protestantes, y aunque los interesados lo negaron, se le pidió a Tomás que reconociera la supremacía religiosa del rey, a lo que éste se negó, y por ello lo condenaron a muerte como traidor. Apenas el jurado había pronunciado su veredicto, Tomás se santiguó, se puso de rodillas y alzando al cielo los ojos y las manos dijo en voz alta y en latín: «Bendita sea la santa Trinidad e individua Unidad. La confesaremos porque ha tenido misericordia de nosotros». Y siguió rezando un tiempo. Entonces el juez Altam volvió a preguntarle si quería prestar el juramento de acatamiento a la supremacía religiosa del rey, y Tomás le dijo que era su conciencia la que no se lo permitía.
Llevado al patíbulo el 13 de julio de 1616, el juez de paz que lo arrestó la segunda vez le pidió perdón, que él le concedió. No se le permitió hablar pero se le dejó que orara durante un cuarto de hora. Luego quiso hablar al pueblo sobre el texto paulino: «Somos espectáculo para el mundo...» (1 Cor 4,9), pero se le mandó callar. El preguntó qué hora era y le dijeron que las once. «Es casi la hora del almuerzo -dijo-, Dios me conceda sentarme hoy a su mesa en el reino de los cielos». Los ministros protestantes y el sheriff le preguntaron si creía que iba a salvarse por sus buenas obras, y él contestó que las buenas obras se hacían meritorias gracias a la sangre de Cristo, a cuyos méritos recurría y en cuyas llagas se metía. Pidió por el rey y por el falso acusador y ofreció su cuello a la soga que iba a ahorcarlo. Cuando lo rodeó el lazo de la soga, dijo: «Seas glorificado, Señor». Y le rogó al verdugo le avisase del momento en que iba a ser colgado para poder morir con el nombre de Jesús en los labios. Le propusieron que diera él mismo la señal, pero dijo que él no podía acelerar su propia muerte. Volvió a santiguarse y rogó a los católicos presentes que rogaran por él. Luego dijo en latín: «Buen Jesús, Verbo del Padre, esplendor de la eterna gloria»... y añadió: «A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu». El sheriff dijo: «Ahora», y el mártir exclamó: «Jesús, Jesús, ten misericordia de mí». Y siguió su ahorcamiento y descuartizamiento. Su cabeza fue expuesta en la Puerta de San Benito, como él había pedido. Fue beatificado el 15 de diciembre de 1929 por Pío XI.
N.B. El Martirologio dice que este sacerdote era monje be nedictino. No hemos hallado tal dato en ninguna de las fuente consultadas, empezando por la Positio de 1928.