En Londres, en la plaza de Tyburn, donde tantos mártires habían dado su sangre por la fe católica, fueron ajusticiados el día 20 de junio de 1679 cinco sacerdotes jesuitas acusados de conspiración y traición, que en realidad no morían por otra causa que la de su sacerdocio ejercido en Inglaterra y su fe católica. A los cinco los había acusado Titus Oates de conspirar contra el rey, promover su destitución o su muerte y querer cambiar por la fuerza la religión del país. No se presentaron pruebas que pudieran hacer creíble esta falsa acusación, e incluso unos años más tarde Titus Oates será condenado por perjurio, pero en el clima de la Inglaterra de entonces la acusación prosperó y los acusados, entre ellos estos jesuitas, terminaron su vida terrena en el cadalso. Fueron beatificados el 15 de diciembre de 1929.
Tomás Whitbread, llamado también Harcourt, había dado motivo de odio personal a Titus Oates cuando, estando en Flandes, pidió éste ingresar en la Compañía y Tomás, entonces provincial, se negó rotundamente a admitirlo, pero en realidad Oates no odiaba solamente a este religioso sino a toda la Compañía de Jesús.
Guillermo Harcourt, para poder pasar inadvertido había usado en Inglaterra también los apellidos de Barrow y Warring. Su actividad había sido conocida por el Consejo real, que no había dudado en tildarlo de traidor por ejercer el ministerio sacerdotal en Inglaterra.
Juan Fenwick también había usado el apellido de Caldwell. Fue arrestado a media noche y llevado a la cárcel de Newgate donde pasó dos meses de prisión antes de ser llevado a juicio y acusado de traidor. Como no pudo probarse su conspiración, se le mandó a la prisión nuevamente junto con Tomás Whitbread hasta que, posteriormente, se les renovó la acusación y la falta de pruebas no fue motivo para esquivar la condena a muerte.
Juan Gavan, acusado y condenado por participar en la falsa conspiración delatada por Oates, parece que ya muerto fue objeto de una segunda acusación: la de haber dicho que la reina podía licitamente atentar contra el rey por las infidelidades de éste.
Antonio Turner no fue detenido sino que al conocer que se había levantado esta nueva persecución anticatólica, llevado del deseo del martirio, marchó a Londres y se presentó al juez al que declaró ser jesuita y sacerdote, lo que le acarreó prisión, juicio y condena a muerte. No puede alegarse la voluntariedad de su presentación al juez para negar la verdad de su martirio, ya que hay muy largos precedentes de esa conducta.
La imagen ("Ejecución de los cinco jesuitas") es una carta de un juego de barajas publicado aproximadamente en el mismo año de este martirio, donde contaba en sus ilustraciones el (supuesto) complot papista por el que fueron martirizados estos y muchos más mártires de la persecución inglesa. Por supuesto las imágenes dan por bueno el complot. Las ilustraciones originales se conservan en el Museo Británico.