Este santo monje pertenecía a una familia de alto linaje; su padre, Bernardo, era hijo de Carlos Martel y hermano del rey Pipino, de suerte que Adelardo era primo de Carlomagno. A los veinte años de edad, en el 773, tomó el hábito monacal en Corbie de Picardía, en un monasterio fundado por la reina santa Batilde. El primer cargo que se le confió fue el de jardinero. Mientras sus manos excavaban o plantaban, sus pensamientos volaban a Dios y a las cosas divinas. Aunque él hubiera deseado permanecer toda su vida en ese humilde puesto, el ejemplo de su virtud hizo que fuese elegido abad algunos años más tarde. Carlomagno le obligó a frecuentar la corte, y Adelardo se convirtió pronto en el principal consejero del rey, según nos cuenta Ingmaro, quien le vio en 796. Más adelante, Carlomagno le pidió que se trasladara de fijo a la corte y ejerciera el cargo de gran ministro de su hijo Pipino. Al morir este último en Milán, en 810, nombró a nuestro santo, tutor de su hijo Bernardo.
Después de la muerte de Carlomagno, Adelardo fue acusado de apoyar la rebelión de Bernardo contra Luis, quien le desterró a un monasterio en la pequeña isla de Héri, llamada más tarde Moirmoutier, en la costa de Aquitania. San Adelardo agradeció de corazón este retiro, en el que pudo consagrarse apaciblemente a la oración. Entre tanto, convencido el emperador de su inocencia, le llamó de nuevo a la corte, al finalizar el año 821, después de cinco años de destierro. Pronto tuvo Adelardo que retirarse de nuevo a la abadía de Corbie, en la que se consagró gozosamente a los más humildes menesteres. Gracias a su solicitud y a la fuerza de su ejemplo, sus hijos espirituales avanzaban cada día en el camino de la virtud; y era tal el celo de Adelardo por sus progresos, que no se le pasaba semana, sin hablar con cada uno en particular; ni día, sin alentar a todos con sus sermones. Se preocupaba también por los habitantes de los alrededores, y empleaba abundantemente las rentas del monasterio en socorrer a los pobres. Muchos tachaban de excesiva su generosidad, pero el cielo la ratificó repetidas veces con milagros sensibles. Todo ello no impedía que el santo anciano estuviera pronto a aceptar el consejo del menor de sus monjes. Como recibiera en una ocasión el consejo de moderar sus austeridades, respondió humildemente: «Sí, voy a tratar mejor a vuestro criado para que pueda serviros más largo tiempo».
Durante su destierro, otro Adelardo, a quien había nombrado para gobernar el monasterio, se ocupó, por iniciativa de nuestro santo, de preparar la fundación del monasterio de Nueva Corbie, más conocido con el nombre de Corvey, en la diócesis de Paderborn. Dicho monasterio llegaría a ser, con el tiempo, una cuna de evangelizadores en las naciones nórdicas. A su vuelta a Corbie, Adelardo completó la tarea y, a fin de perpetuar la estricta observancia que había establecido en los dos monasterios, compiló un libro de constituciones, del que se conservan aún algunos fragmentos. Otras obras de san Adelardo se han perdido; pero las que han llegado hasta nosotros, así como el testimonio de sus discípulos, san Pascasio Radberto, san Ansgario y otros, prueban que promovió celosamente los estudios en sus monasterios. Pascasio nos dice que no sólo enseñaba el latín a las gentes del lugar, sino también el francés y el teutón. Alcuino, en una carta que le dirigió, bajo el nombre de Antonio, le llama su hijo, lo cual nos hace sospechar que había sido discípulo del ilustre maestro. A la vuelta de un viaje de Alemania a Corbie, san Adelardo cayó enfermo, tres días antes de Navidad. Murió el 2 de enero del año 826 u 827, a los setenta y tres de su edad. Su cuerpo fue solemnemente trasladado en 1040, a raíz de algunos milagros. Existe una narración detallada de dicha ceremonia, cuyo autor, que ciertamente no es san Geraldo, compuso igualmente un oficio en honor de san Adelardo, como una muestra de agradecimiento por haber sido curado de sus neuralgias, gracias a la intercesión del santo.
Ver su vida, cuidadosamente compilada, pero en un tono de panegírico, por su discípulo Pascasio Radberto, en Acta Sanctorum; más correctamente en Mabillon (vol. V, p. 306). Su canonización fue oficial, en 1024, según los dos listados que se conocen de las canonizaciones anteriores a la Congregación de Ritos.