En las cartas de san Paulino de Nola leemos que san Amando estuvo al servicio de Dios desde la infancia, que se amamantó con el conocimiento de las Sagradas Escrituras y que jamás se contaminó con los pecados de la carne y del mundo. Pero en cambio, no se sabe nada sobre su nacimiento ni sobre su familia. Se tienen informes de que san Delfino, obispo de Burdeos, le ordenó corno sacerdote y le retuvo consigo para el servicio de su iglesia. Desde un principio, Amando desplegó un gran celo para glorificar a Dios. Fue él quien dio las instrucciones necesarias a san Paulino de Nola para prepararlo al bautismo y, a partir de entonces, hubo una gran amistad entre ellos.
Con frecuencia le escribía San Paulino y, por las cartas que aún se conservan, sabemos que tenía una muy alta opinión de su piedad y sabiduría. A la muerte de san Delfino, en el año de 400, fue elegido san Amando para ocupar la sede vacante. Renunció algunos años más tarde, en favor de san Severino; pero éste murió, e inmediatamente se convenció con ruegos a san Amando para que ocupase su antiguo puesto. «Si queréis ver obispos dignos de Dios», escribió San Gregorio de Tours, citando las palabras de San Paulino, «sólo tendréis que mirar a Exuperio de Toulouse, a Simplicio de Vienne, a Amando de Burdeos...». Se dice que San Amando conservó los escritos de san Paulino, pero hay dudas sobre el particular. Es incierta la fecha exacta de su muerte.
No contamos con otros materiales fuera de los mencionados antes para la biografía de san Amando. En el Acta Sanctorum, junio, vol. IV, hay una breve nota sobre él. En cuanto a sus relaciones con san Paulino de Nola, consúltese a P. Reinelt, Studien über die Briefe der hl. Paulinus (1904), pp. 17 y ss.; Duchesne, Fastes Episcopaux, vol. II, p. 59.