Aniano nació en Vienne. Durante algún tiempo, vivió allí como ermitaño. Más tarde, atraído por la fama de santidad del obispo Evurcio, se trasladó a Orléans. Hacia el fin de su vida, san Evurcio determinó renunciar a su cargo y reunió una asamblea para elegir a su sucesor. Según la leyenda, se pusieron los nombres de cuatro candidatos dentro de la urna, y un niño sacó el de Aniano. Para estar seguros de que no se trataba de un puro azar, se confirmó la elección con las «sortes biblicae» (típicamente: abriendo al Biblia rápidamente para inspirarse en el pasaje que más inmediatamente aparezca). Al tomar posesión de su catedral, san Aniano, de acuerdo con la costumbre, pidió al gobernador de la ciudad que pusiese en libertad a los presos. El gobernador se negó, pero poco después estuvo a punto de perder la vida e interpretó aquel suceso como una señal del cielo. Entonces hizo lo que el obispo le había pedido.
El año 451, Atila y los hunos amenazaban sitiar Orléans. Como en tantos otros casos, se atribuye al obispo la preservación de la ciudad, puesto que san Aniano ayudó a organizar la defensa, alentó al pueblo y pidió urgentemente auxilio al general romano Aecio. Pero Aecio procedió con lentitud y los bárbaros tomaron la ciudad. Cuando se disponían ya a partir con el botín y los prisioneros, tuvieron que hacer frente a las tropas de Aecio, que los expulsaron de Orléans y los obligaron a huir al otro lado del Sena. San Aniano, que era ya muy anciano, murió dos años después.
Las dos biografías latinas que existen son tardías y poco fidedignas. B. Krusch editó la mejor de las dos en Monumenta Germaniae Historica, Scriptores Merov, vol. III, pp. 104-117. San Gregorio de Tours describe con cierto detalle la liberación de Orléans y la atribuye a san Aniano. Véase también C. Duhan, Vie de St. Aignan (1877); y L. Duchesne, Fastes Episcopaux, vol. u, p. 460.