Su «Vita» fue escrita en seguida después de la muerte, por un monje anónimo griego, y por tanto resulta suficientemente atendible. Elías nació en Enna, hacia el 829, con el nombre de Juan, que cambió por Elías al hacerse monje. Fue un asceta greco-siciliano de vida aventurera, marcada por la rigidez propia del monaquismo ítalo-griego del Medioevo bizantino. La suya fue una vida itinerante, llena de aventuras, viajes a pie, fundaciones de monasterios, y milagros. Fue obligado a abandonar su ciudad de Enna (la antigua Henna), asediada por los sarracenos, quienes la conquistan en el 859; Elías cae en sus manos y es vendido como esclavo en África.
Liberado en seguida, se pone a predicar el Evangelio a riesgo de su propia vida. Obligado a huir, se refudió en Palestina, donde recibió el hábito monástico del patriarca de Jerusalén. Estuvo tres años en un monasterio del Sinaí, de donde pasó a Alejandría, después a Persia, a Antioquía, y finalmente a África. Después de que Siracusa cayó en manos de los árabes (878), Elías, que había retornado a Sicilia, fue a Palermo para volver a ver a su vieja madre; de allí pasó a Taormina, donde se asoció al monje Daniel, que se volvió compañero de sus peregrinaciones y émulo de su virtud.
Atravesado el Estrecho, fue a Calabria, donde hacia eel 880 fundó el monasterio de Salinas, cerca de Reggio Calabria, que luego tomó su nombre. Amenazado por las incursiones de los sarracenos, se vio obligado a alejarse, primero a Patrasso, en Grecia, y luego a Santa Cristina, en el Aspromonte. El infatigable monje fue de peregrino a Roma, y a su retorno fundó el monasterio de Aulinas (900-901), en el monte que tomó su nombre, en Palmi. La fama de su maravillosa actividad, predicación y de los numerosos milagros llegó incluso hasta Oriente, por lo que el emperador León VI el Filósofo (866-911) lo invitó a Constantinopla. Una vez más el ya anciano Elías se puso en viaje, pero no llegó a destino: llegado a tesalónica, la antigua Salónica, en Macedonia, se enfermó, y allí murió el 17 de agosto del 904.
Su cuerpo fue transportado por el fiel monje Daniel hasta Aulinas en Palmi, y según su deseo, fue enterrado en la iglesia del monasterio, que como ya se ha dicho, tomó su nombre, al cual dos siglos más tarde se unió el de san Filerete, otro monje greco-siciliano. Recibió culto público hasta fines del siglo XVIII, es decir, mientras estuvo en pie el edificio del monasterio, derribado en esa época. Una reliquia suya se venera en Galatro (Reggio Calabria), donde también existía un monasterio griego titulado con su nombre. Su nombre continúa unido al Monte san Elías, hoy meta turística muy frecuentada y sobre el cual se alza un oratorio en su honor.
Traducido para ETF de un artículo de Antonio Borrelli. Icono: los santos Elías y Filareto, titulares del monasterio mencionado en el texto.