En una de las «Vida» de san Dunstan, la de Osberno, escrita en torno al año 1070, se menciona la estancia de Dunstan en la corte, y la influencia de Elpegio en la vocación monástica de su sobrino. El joven había recibido ya las órdenes menores, y fue enviado a la corte para hacer carrera; una vez allí, la corta edad, las tentaciones mundanas, los vicios de la vida galante lo alejaron más y más de Dios. Su tío le insistía en las excelencias de la vida monástica y en que Dunstan estaba llamado al más alto destino junto a Dios, pero el joven, aunque se sentía atraído por la virtud, se mantenía en la ambigüedad.
Osberno narra en el capítulo II de manera dramática el intercambio entre tío y sobrino, desarrollando incluso el discurso que san Elpegio dirigió al joven, explicándole cómo luchar contra el fuego de las pasiones, cuando el joven le puso como objeción su imposibilidad de abrazar la virtud, aunque se sentía llamado a ella.
El debate queda en tablas, pero es el propio Dios quien inclina la balanza: una inesperada enfermedad de la piel lleva a Dunstan a hacer voto de vida monástica si cura; al curar se rinde ante los argumentos de su tío y abraza la vida monástica. Elpegio no se limitó a acompañarlo en el inicio de este camino, sino que lo ordenó sacerdote, a él y a otros dos, Ethelwold y Ethelstan, también monjes.
Según la Crónica de Malmesbury acerca de los obispos anglosajones, cuando Elpegio impuso las manos en la ordenación, vino sobre él el espíritu de profecía, y pronunció sobre los tres este oráculo: «Hoy, ante Dios, puse mis manos sobre tres hombres, dos de los cuales alcanzarán la gracia del orden episcopal. Uno en la ciudad de Winchester y luego en Canterbury, y el otro ocupará más tarde mi sede en sucesión legítima. El tercero, después de hacer mucho mal y revolcarse en los placeres sensuales, llegará a un final miserable.» El vaticinio se cumplió a la letra: Dunstan fue obispo de Winchester y luego de Canterbury, Ethelwold fue un santo obispo en la sede de Winchester, y Ethelstan fue un monje y presbítero disoluto, como los había tantos en la época.
No se conocen más hechos de su vida, aunque las crónicas medievales lo señalan unánimemente como un compendio de virtudes pastorales y personales, y dotado del don de profecía. Murió en el 951, y tuvo aun dos sucesores más antes de que la sede fuera ocupada por quien él predijo, san Ethelwold, gran reformador de la iglesia de Winchester.
No hay una «Vita» de san Elpegio, el material biográfico sobre él hay que buscarlo en distintas fuentes, como la Vita de san Dunstan o la Crónica de Malmesbury mencionadas. Lo que se conserva se encuentra principalmente coleccionado en Acta Sanctorum, marzo II, pág. 225-228 (día XII, ed. 1865).