Desgraciadamente, no tenemos muchos datos fidedignos sobre su vida. Fue el único hijo de san Esteban, rey de Hungría. Nació en 1007, y san Gerardo de Sagredo se encargó de su educación. Cuando el emperador Conrado II proyectaba apoderarse de las rentas de la diócesis de Bamberga, le propuso al joven Emerico que participase en la expoliación, pero el rey san Esteban lo impidió. Las llamadas «Instrucciones de san Esteban a su hijo» no son auténticas. Es cierto que el monarca tenía la intención de compartir sus responsabilidades con Emerico (aunque es falso que haya renunciado a la corona en favor de él), pero antes de que tuviese tiempo de hacerlo, Emerico murió en una cacería. Cuando le llegó la noticia, san Esteban exclamó: «Dios le amaba, por eso me lo quitó tan pronto». El príncipe fue sepultado en la iglesia de Székesfehérvár y, en su sepulcro se obraron numerosos milagros. El padre y el hijo fueron elevados al honor de los altares al mismo tiempo, en 1083.
Existe una biografía latina escrita por un clérigo anónimo, casi un siglo después de la muerte del beato; el P. Poncelet hizo una edición crítica de dicho texto en Acta Sanctorum, nov., vol. II. La biografía no es muy de fiar desde el punto de vista histórico, pero puede completarse con los datos que se encuentran en Annales Hildesheirnenses, en la Vida de San Esteban, etc. Cf. C. A. Macartney, The Medieval Hungarian Historians (1953).