Uno de los abusos que más se extendieron en la Edad Media, era la concesión de uno o varios beneficios eclesiásticos a los jóvenes, y aun a los niños. San Engelherto, cuyo padre era el poderoso conde de Berg, es un ejemplo característico de esto. Cuando estudiaba todavía en la escuela de la catedral de Colonia, era ya prebendado de Santa María de Aquisgrán, de San Jorge, de San Severino y de la catedral de Colonia. En su juventud, llevó una vida que cuadraba mal con sus obligaciones y aun fue excomulgado por haberse levantado en armas contra el emperador Otón IV. Durante algún tiempo, participó en la cruzada contra los albigenses. Más tarde, mediante un hábil juego a las cartas con otros dos candidatos, consiguió hacerse elegir arzobispo de Colonia, en 1217, cuando tenía apenas unos treinta años. Su gran diócesis estaba arruinada por las luchas políticas y religiosas, pero Engelberto poseía cualidades humanas que le hacían apto para la tarea que le esperaba: un juicio claro, un gran deseo de justicia, una voluntad fuerte y una presencia que imponía respeto. Desde el momento en que se le levantó la excomunión, llevó una vida muy correcta. Sin embargo, de no haber sido porque murió trágicamente en la defensa de una casa religiosa, es probable que no se le hubiese rendido culto nunca.
Engelberto recibió con los brazos abiertos a los frailes menores y a los dominicos, a quienes alentó para que se establecieran en sus dominios. Convocó varios sínodos en su diócesis para mantener la disciplina en el clero secular y regular. Gozaba de grandes simpatías entre los de su grey, por su afabilidad; era generoso con los pobres y amante de la paz, sin dejar por ello de mostrarse firme. Dedicaba casi todo su tiempo a los asuntos de Estado. En efecto, prestó su apoyo al emperador Federico II y, cuando éste partió a Sicilia, en 1220, nombró a Engelberto regente durante la minoría de edad de su hijo Enrique. En 1122, Engelberto coronó a Enrique, que apenas contaba doce años de edad, en la catedral de Aquisgrán. El santo desempeñó sus obligaciones con vigor y energía y supo ganarse el respeto de Enrique; pero, al mismo tiempo, la mano firme y justa con que gobernó, le creó muchos enemigos, sobre todo entre sus parientes.
Su primo, el conde Federico de Isenberg, administrador de las religiosas de Essen, aprovechó su cargo para apoderarse de ciertas propiedades y oprimir a sus vasallos. Engelberto le mandó llamar y le ordenó que restituyese lo robado. Entonces Federico tramó una conspiración para asesinar a su primo. La noticia de la conspiración llegó a oídos de san Engelberto, quien tomó algunas precauciones. Pero el 7 de noviembre de 1225, partió de Soest a Schwelm con una escolta insuficiente. Federico y otros nobles, cayeron sobre él con cien soldados y le asesinaron. El cadáver del santo tenía cuarenta y siete heridas. El joven rey Enrique llamó a juicio a Federico, y el cardenal von Urach, legado pontificio, declaró que Engelberto había sido mártir.
En la actualidad, no se le tributa culto de mártir, pero se mantiene su inscripción como santo en el Martirologio Romano, a pesar de que, en realidad, nunca fue canonizado (en su época ya había nacido el procedimiento de canonización de los santos, si bien recién estaba afirmándose, por lo que hay otros santos del mismo tiempo que tampoco fueron canonizados). En 1618 el Arz. Fernando de Colonia instituye oficialmente la fiesta litúrgica del santoel día 7 de noviembre, y eso puede considerarse como una confirmación, si bien local, del culto, aunque debe notarse que esto, en sí nada anormal, debería bastar para proclamarlo sólo como beato.
Existe una biografía de Engelberto escrita por su contemporáneo, Cesáreo de Heisterbach; puede verse en Acta Sanctorurn, nov., vol. III. También se encuentran datos útiles en Regesta de la diócesis de Colonia; los textos más importantes fueron publicados en 1900 por R. Knipping en el vol. III de la colección. Dos o tres despachos del embajador inglés, Walter, obispo de Carlisle (publicados en Letters of Henry III, de la Rolls Series) demuestran que, poco antes de su muerte, Engelberto estaba en muy buenos términos con Inglaterra. Véanse también las biografías alemanas de J. Ficker (1853) y H. Foerster (1925).
Imagen: escultura de oro del siglo XVII para el altar barroco de las reliquias del santo en la catedral de Colonia. La noticia está tomada del Butler, excepto el apartado referido a la canonización.