Se cuenta en la vida de san Sergio de Radonezh que un obispo que pasaba a diez kilómetros de su monasterio, camino de Moscú, se tornó hacia el convento y dijo: «La paz sea contigo, hermano Sergio». El santo, que se hallaba en ese momento en el refectorio, se levantó y, volviéndose hacia el sitio en que se encontraba el obispo, respondió: «Buenos días, pastor del rebaño de Cristo; la paz de Dios sea siempre contigo». Después explicó a sus monjes que el obispo era Esteban, que iba a Moscú, y que había saludado al monasterio y atraído sobre él las bendiciones del cielo.
Desde los primeros tiempos de su conversión, los rusos habían enviado misioneros a los mongoles y a los finlandeses. En el siglo XIV se renovó su celo misionero y la principal figura fue el obispo san Esteban. Era éste un monje de Rostov. Hacia 1370, fue a evangelizar a los zyrjani o permiaks, un pueblo ruso que habitaba al este del Volga, al suroeste de los Montes Urales de donde era originario san Esteban.
Los métodos misionales del santo recordaban a los de sus maestros san Cirilo y san Metodio. Según su biógrafo, Esteban estaba convencido de que cada pueblo debía adorar a Dios en su propia lengua, puesto que Dios era el origen de todos los idiomas. Por ello, una de las primeras cosas que hizo fue traducir lo esencial de la liturgia y muchos pasajes de la Sagrada Escritura, al idioma de los zyrjani. Tan convencido estaba de que cada pueblo tiene algo que aportar al cristianismo, que ni siquiera enseñaba a sus convertidos los caracteres rusos, sino que inventó un alfabeto especial, basado en los dibujos de los bordados y grabados de la región. También estableció escuelas para enseñar ese alfabeto. Como otros misioneros rusos, san Esteban empleaba la celebración pública de los oficios litúrgicos, como un medio inicial de atraer a los paganos con su impresionante belleza y solemnidad. El santo no sólo se distinguió como misionero, sino también como campeón de los oprimidos, en regiones tan lejanas como Novgorod y Moscú.
En 1383, en reconocimiento por su gran obra misional, fue nombrado primer obispo de Perm. Ahí hizo frente, con la predicación y la pluma, a las doctrinas de los primeros herejes de Rusia, los strigolniks, cuyas enseñanzas se asemejaban a las de los lolardos y a las de los husitas. San Esteban murió en Moscú, en 1396. No hubo del santo una canonización formal en la Iglesia católica, sino que la ortodoxia lo canonizó en 1549, y los católicos eslavos también lo veneraron desde antiguo, por lo que puede considerarse culto local.
Ver en el inicio de la nota dedicada a san Sergio la cuestión de la aceptación por Roma de algunos santos ortodoxos.