Primer obispo de Tréveris (Trier, Alemania) en la segunda mitad de la tercera centuria. Según la antigua leyenda, fue uno de los setenta y dos discípulos de Cristo, y fue enviado a la Galia por el propio san Pedro como obispo, acompañado del diácono Valerio y el subdiácono Materno, a predicar el Evangelio. Llegó al Rin y a Elegia (Ehl), en Alsacia, donde murió Materno. Sus dos compañeros se apresuraron a volver a san Pedro, y le rogaron que lo devolviese a la vida. San Pedro dio su báculo pastoral a Eucario, y cuando éste tocó a Materno, que había estado muerto por cuarenta días, volvió a la vida. Los gentiles se convirtieron en masa. Después de haber fundado muchas iglesias, los tres compañeros se dirigieron a Tréveris, donde la obra evangelizadora progresó tan rápidamente que Eucario eligió esta ciudad como sede episcopal. Junto a otros milagros narrados en su leyenda, se cuenta que resucitó un muerto. Cuando se aproximaba su propia muerte, le fue anunciada por un ángel, por lo que preparó a Valerio y le nombró sucesor. Murió un 8 de diciembre, ejerció como obispo unos veinticinco años, y fue enterrado en la iglesia de san Juan, fuera de la ciudad.
El báculo de san Pedro, con el que había vuelto Materno a la vida, se mantuvo en la ciudad de Colonia (cuya sede fue fundada por Materno) hasta el final del siglo X, cuando la mitad superior se llevó a Tréveris, y fue trasladada después a Praga por el emperador Carlos IV. En la Edad Media se creía que el papa no usa báculo, porque san Pedro había enviado el suyo a san Eucario; Inocencio III (siglo XIII) coincide con esta opinión (De Sacrif Missae, I, 62). La misma anécdota, sin embargo, está relacionada con varios otros supuestos discípulos de san Pedro. La crítica histórica interpreta el símbolo del báculo como marca distintiva del envío, especialmente de un misionero. Misioneros de siglos posteriores, por ejemplo, san Bonifacio, fueron llamados de vez en cuando «embajadores de San Pedro», por ser el papa que les envió el sucesor de Pedro. Por otra parte, en el medioevo se tendía a referir la fundación de una diócesis al tiempo más antiguo posible posible, para así aumentar su reputación, y quizás también sus derechos. En particular, que el obispo fundador de una sede haya sido miembro de los setenta y dos anónimos discípulos de Lucas 10 es un tópico que se repite de casi todas las sedes episcopales importantes, en especial en la Galia.
Las gestas de los santos fundadores de las sedes episcopales seguramente se han registrado en su época (la tarea de los cronistas no era desconocida); sin embargo en época posterior, posiblemente por los estragos de las invasiones normandas (siglo IX y ss.), mucho material histórico se perdió, y cuando cada ciudad reescribió su historia, llenaron esas lagunas históricas con leyendas, a menundo estereotipadas. Así se originó, por ejemplo, hacia el 1130 en el monasterio de San Matías, cerca de Tréveris, por obra del monje Goldscher o Golscher, la «Gesta treverorum», que narra las crónicas de Tréveris, con una desigual mezcla de verdades y errores, que corresponde a la crítica desentrañar. Los historiadores están en general de acuerdo que la evangelización de Tréveris debe ubicarse a mediados del siglo III.
Traducido para ETF, con adaptaciones, del artículo de Gabriel Meier «St. Eucharius», en Catholic Encyclopedia. Gesta Treverorum, puede leerse, editado por Waitz, en Mon. Germ. Hist., Script., VIII, 111-174; ver también Acta SS. Enero, II, 917-22 (san Valerio). Imagen: relieve con la escena en al que Eucario y Valerio resucitan a Materno por medio del báculo de san Pedro, obra del siglo XVII en la abadía de San Matías.