En la tradición litúrgica grenoblense, representada fundamentalmente por el Breviario de Grenoble de 1513, se conserva el recuerdo de este obispo, posiblemente el décimo tercero en la sede, de quien se dice que se opuso a las impías maquinaciones del tirano Ebroín, mayordomo de palacio, quien lo desterró y condenó a muerte, por defender la justicia y la libertad de la Iglesia. Lamentablemente, la tradición cúltica no ha sido más explícita en cuanto a los hechos concretos, y el caso es posiblemente muy pequeño y marginal como para entrar en los anales de los reinados de Clotario III y Teodorico III, época en la que se ubica el martirio.
Se dice que para evitar la profanación, los fieles enviaron sus restos a un pueblo cercano, La Tronche, donde se mantuvo el culto constante del santo, y sobre la que se considera su tumba se construyó, en 1846, una iglesia a él dedicada, la Iglesia de san Ferjús.
No se conservan otros rastros de su existencia (como su mención en sínodos locales, etc), sin embargo se le ha tributado la suficiente devoción litúrgica como para que la Pío XII confirmara, en 1903, su culto para la diócesis de Grénoble. Su inscripción es el 12 de enero, aunque la tradición oscila entre esta fecha y el 16 del mismo mes.
Ver Mons. Duchesne, Fastes Episcopaux, vol. I, p. 232; Acta Sanctorum, enero, I, pág 743. En Petit Bollandistes, de Guerín, se transcribe la leyenda grenoblense tomada del breviario, aunque no va más allá de los lugares comunes hagiográficos y no aporta datos más concretos sobre su vida. Decreto de CC en ASS 36 (1903-4) pág. 424.