Los dominicos llegaron a China después de los jesuitas, en el siglo XVII, y a la Orden de Predicadores pertenece el honor de haber dado el primer sacerdote y obispo chino, Gregorio Lo (1616-1691), y el primer beato martirizado en China, Francisco Fernández de Capillas. Francisco había nacido de una humilde familia en Baquerín de Campos, Palencia, y a los diecisiete años había entrado en la orden de Santo Domingo. Se ofreció como voluntario para la misión de Filipinas, y recibió el sacerdocio en Manila en 1631. Durante diez años trabajó bajo el sol tropical de Cagayán, en Luzón, considerando este campo apostólico como una especie de preparación para la misión más ardua a la que se sentía llamado. Con miras a cumplirla, empezó a practicar grandes austeridades, como la de dormir sobre una cruz de madera, las cortas horas que reservaba para el descanso, y la de exponer voluntariamente su cuerpo al aguijón de los insectos que infestaban la región. Finalmente, en 1642, fue elegido para acompañar a uno de los primeros misioneros, el P. Francisco Díaz, O.P., que a la sazón pasaba por Forinosa para continuar el apostolado que había comenzado en la provincia china de Fu-kién. El P. Fernández de Capillas aprendió la lengua, y su obra misional parece haber tenido un éxito inmenso. En Fogán, Moyán, Tingteu y otras ciudades obtuvo numerosas conversiones.
Desgraciadamente, en aquella época se desataron los grandes disturbios revolucionarios que iban a sacudir todo el imperio chino. La dinastía Ming se extinguió, y los tártaros de Manchuria, cuyo auxilio se había solicitado para sofocar la rebelión, acabaron por convertirse en dueños del país. Fu-kién resistió bravamente a los tártaros, que lograron apoderarse de Fogán, pero ahí fueron sitiados por el virrey chino. Según parece, durante el sitio de la ciudad, el P. Francisco consiguió introducirse en ella para asistir a sus convertidos. Los mandarines de la antigua administración se habían mostrado tolerantes y muy abiertos con los cristianos, pero los nuevos amos de la región se oponían brutalmente a la religión extranjera. El santo fue arrestado y juzgado como espía del ejército que sitiaba la ciudad, cruelmente torturado y finalmente decapitado, el 15 de enero de 1648. Hay que hacer notar, a propósito de todos los misioneros que murieron en aquella época y de los que se podría dudar si dieron su vida por la fe o por motivos políticos, que, si bien los PP. Ferrando y Fonseca admiten en su «Historia de los Dominicos en Filipinas» que la acusación formal por la que fue condenado el P. Fernández de Capillas fue la de «rebeldía», pero la Santa Sede le beatificó en 1909 como verdadero mártir. Fue a su vez canonizado en el año 2000 junto con otros muchos mártires de la China en distintos siglos.
Por lo que toca a este santo dominico, no estará de más citar un párrafo de Sir Robert K. Douglas:
«¿Por qué os preocupáis tanto -preguntó una vez el emperador Kangshi a un misionero- de la vida futura que no conocéis?». Y, expresando la opinión de la sabiduría humana, le argüyó que sería más prudente pensar en la vida presente que en la futura. Es posible que al decir esto tuviese presente las últimas palabras de Fernández de Capillas, que había sufrido el martirio en 1648: «Yo nunca he tenido otra casa que el mundo -había dicho el mártir a su juez-, ni otro lecho que la tierra, ni otro alimento que el pan que cada día me ha dado la Providencia, ni otra razón de vivir que trabajar y sufrir por la gloria de Jesucristo y por la felicidad eterna de los que creen en su nombre».
Ver Touron, Histoire des hommes illustres O.P., vol. VI, pp. 732-733; y especialmente Juan Ferrando y Joaquín Fonseca, Historia de los PP. Dominicos en las Islas Filipinas, vol. II, pp. 569-587, Cf. R. K. Douglas, China, en la serie Story of the Nations, pp. 61-62. N.ETF: en el decreto de beatificación (AAS 1-1909-, pág, 171) aparece mencionado como Francisco de Capillas, como si «Fernando» fuera segundo nombre, y no el apellido «Fernández». En alguna bibliografía -como el original del artículo del Butler que transcribo- aparece como Francisco Fernando de Capillas; sin embargo, en la documentación y bibliografía más moderna aparece de la manera que parece ser correcta, es decir, Francisco Fernández de Capillas (ver, por ejemplo, acta del consistorio público para la canonización, AAS 92-2000-, pág 377).