Poco se sabe de este santo ermitaño; es cierto, sin embargo, que nació en Francia, que fue en peregrinación -como penitente- a varios santuarios, y que, después de regresar de Tierra Santa, se ubicó en la Toscana, en la soledad de Malavalle, cerca de Castiglione della Pescaia, en la provincia de Grosseto, lugar donde transcurrió en oración, silencio, ayuno y penitencia los últimos años de su vida. No fundó una orden religiosa, ni escribió una Regla, pero existen lo uno y lo otro por mérito de Alberto, quien se hace llamar "su siervo". Éste tuvo al santo a su cuidado en los últimos meses y escribió lo que pronto se denominó «Consuetudines et Regula Sancti Guillelmi» (Costumbres y Regla de San Guillermo).
Después de su muerte, ocurrida en 1157, su tumba fue rápidamente meta de muchos devotos peregrinos de la Toscana, del Lacio y de la Umbría, algunos de las cuales permanecían en Malavalle para imitar la vida eremítica y penitente de aquel que veneraban como santo. Su culto llegó a ser aprobado por el Papa Alejandro III entre 1174 y 1181, y recibió un nuevo impulso cuando fue confirmado por Inocencio III en 1202.
Con la devoción al santo ermitaño aumentaron las fundaciones de sus discípulos, que se extendieron primero por la Toscana, después por el Lacio y la Marca de Ancona, cruzando los Alpes con el nombre de «Orden de San Guillermo», ya en 1244. Cuando once años más tarde fueron llamados a unirse a la Orden de los Agustinos, había un buen número de monasterios en el norte de Francia, en la actual Bélgica, en Bohemia y en Hungría.
Traducido para ETF del artículo del padre Bruno Silvestrini, O.S.A.