Existen pruebas fehacientes de la historicidad del martirio de san Hermes en Roma y del culto que se le tributaba desde antiguo, allí y en otras ciudades. Su nombre figura en la «Depositio Martyrum» del año 354, en el Hieronymianum y en los itinerarios de los peregrinos. En cambio, no merece crédito alguno la «Pasión de san Hermes» que forma parte de las «actas» del papa Alejandro I, Según Delehaye, «se trata de una novela, cuyos principales héroes son mártires históricos, pero cuya trama, así como el papel que se atribuye a los diversos personajes, son invenciones del hagiógrafo».
San Hermes fue sepultado en el cementerio de Basilia, en la antigua Vía Salaria. Sobre su tumba se descubrieron los restos de una gran basílica. Entre los escombros se encontró también una inscripción fragmentaria con el nombre del mártir, redactada por el papa San Dámaso. San León IV regaló al emperador Lotario I en el 850, las presuntas reliquias de san Hermes, las cuales fueron depositadas en la iglesia de Renaix, en Flandes, que es todavía en la actualidad un centro de peregrinación. Naturalmente esto contribuyó a la difusión del culto de san Hermes en Europa occidental.
Ver Acta Sanctorum, agosto, vol. VI; Delehaye, Comentario sobre el Martirologium Hieronymianum, pp. 472-473; y Dictionnaire d'Archéologie chrétienne et de Liturgie, Cabrol y Leclercq, vol. VI , cc. 2303 ss.