Un especial vínculo une, en la figura del obispo Honorato, a la Iglesia de Vercelli con la de Milán, ya que fue él quien administró los sacramentos a san Ambrosio en su lecho de muerte, así como el gran obispo de Milán había apoyado la propuesta de que fuera Honorato el sucesor del obispo Limenio en la cátedra de Vercelli. Pues a la muerte de éste la Iglesia de Vercelli estaba dividida por desacuerdos en la elección del sucesor, y esas desaveniencias venían agravadas por la predicación de dos sacerdotes milaneses que se oponían a la reforma que había intentado implantar Limenio, siguiendo a san Eusebio de Vercelli en temas de discuiplina ascética y celibato de los sacerdotes. El problema se resolvió gracias a la intervención de Ambrosio, primero con una carta, que fue su última obra, y luego personalmente, en el 396, consagrando obispo a Honorato, que ya era un miembro respetado del monasterio de Eusebio.
De la acción pastoral del santo es testimonio un poema grabado en la lápida de su tumba, situada en la catedral de la ciudad junto a las de Eusebio y Limenio. En el texto Honorato es descripto como un digno discípulo de Eusebio, el maestro, con quien había compartido el dolor del exilio y la prisión como predicador de la Iglesia ortodoxa y de la doctrina católica, contra la influencia, aun presente, de los arrianos. Su episcopado duró unos veinte años y puso fin un 29 de octubre, aunque no sabemos exactamente de qué año. Sus reliquias descansan en un altar lateral de la Catedral de Vercelli. La iconografía del santo, además del aspecto típico de un santo obispo de edad avanzada, tiene como carácter específico presentarlo junto a Ambrosio moribundo.
Traducido para ETF de un artículo de Damiano Pomi.