En el período anterior a la conquista de Normandía por los nórdicos, la diócesis de Evreux produjo a un grupo de santos, de los cuales san Leutfrido no es de los menos prominentes. Para delinear a grandes rasgos su carrera, debemos recurrir a una biografía compuesta por un monje de su comunidad, quien echó mano de manuscritos y tradiciones, mucho tiempo después de la muerte del personaje. Leutfrido, descendiente de familia cristiana, nació en las cercanías de Evreux; hizo sus estudios con el sacristán de la iglesia de San Taurino en el mismo Evreux, los continuó en Condat y los terminó en Chartres, donde se distinguió en forma extraordinaria, hasta el punto de suscitar la envidia de sus compañeros. Al regresar a casa, se dedicó especialmente a impartir instrucción a los niños del lugar; pero bien pronto resolvió abandonar el mundo para entregarse a una existencia en el servicio de Dios. Con ese propósito, huyó sigilosamente de su hogar por la noche, cambió sus ropas finas por los andrajos de un mendigo, y fue a refugiarse en el monasterio de Cailly, donde vivió durante algún tiempo bajo la dirección de un ermitaño. Después se trasladó a Rouen para ponerse a las órdenes de san Sidonio, de cuyas manos recibió el hábito religioso. San Ansberto, obispo de Rouen, profesó gran estimación a san Leutfrido.
Al cabo de algún tiempo, el santo regresó a su tierra natal y se estableció en un lugar situado a unos cuatro kilómetros de Evreux, en las riberas del Eure, precisamente donde san Owen, el antecesor de san Ansberto, había plantado una cruz como recuerdo de una visión celestial. Ahí mismo, por el año de 690, san Leutfrido construyó un monasterio y una iglesia dedicados a la Santa Cruz. El monasterio que originalmente se llamó La Croix-Saint'Ouen, tuvo posteriormente el nombre de La Croix-Saint-Leufroy. Muchos discípulos se reunieron en torno al fundador, quien los gobernó durante unos cuarenta años. Tenía en tanto aprecio a la pobreza, que en una ocasión, lo mismo que en la anécdota que relata san Gregorio el Grande, rehusó dar cristiana sepultura a un monje que, al morir, dejó una buena cantidad de dinero en sus arcones. San Leutfrido murió en 738.
La vida de San Leutfrido, impresa en Acta Sanctomm, junio, vol. V, no fue escrita sino después de haber transcurrido un siglo o más desde su muerte y, por consiguiente, merece poca confianza. W. Levison publicó un texto crítico en MGH., Scriptores Merov., vol. VII, pp. 1-18. Hay una narración moderna, publicada por J. B. Mesnel en 1918 y que se encuentra en Analecta Bollandiana, vol. XLI (1923), pp. 445-446.