Lifardo o Liefardo era un tribuno de mucha reputación por su honradez. Ocupaba uno de los más altos puestos en la magistratura de Orléans, cuando decidió tomar los hábitos. Al adoptar la decisión de hacerse monje, tenía cuarenta años de edad. Algunos escritores sostienen que pudo haber sido hermano de san Maximino, abad de Micy, y sobrino de san Euspicio, el fundador del monasterio. También pudo haber sido el hermano de san Leonardo de Vandoeuvre; pero ciertamente que no fue hermano de san Leonardo de Limoges, como se ha dicho algunas veces. El caso es que San Lifardo partió de Orléans para quedarse durante algún tiempo en la abadía de Saint Mesmin, en Micy. El deseo de vivir en mayor soledad le indujo a retirarse, con su compañero Urbicio, a un sitio poco frecuentado, entre las ruinas de un viejo castillo, donde ambos construyeron sus chozas.
Largo tiempo vivieron allí, sin más alimento que un trozo de pan de centeno y un sorbo de agua cada tres días. Pero no tardaron en llegar los discípulos a reunirse en torno a los ascetas y, el obispo de Orléans, que tenía en muy alta estima a Lifardo, no sólo lo autorizó a formar una comunidad religiosa, sino que le ordenó presbítero y le ayudó a edificar una iglesia. Sobre las ruinas del castillo se levantó un monasterio que gozó de una gran prosperidad; en el lugar donde estuvo se encuentra ahora la ciuda de Meung-sur-Loire. San Lifardo murió alrededor del 550, a los setenta y tres años de edad, después de haber nombrado a Urbicio para sucederle.
En el valioso artículo de A. Poncélet, Les Saints de Micy (Analecta Bollandiana, vol. XXIV, 1905, pp. 1-97), señala el autor que todas las biografías relacionadas con Micy, son indignas de confianza. La de San Lifardo no es una excepción. No pudo haber sido escrita antes del siglo IX; fue impresa por Mabillon en el Acta Sanctorum, junio, vol. I. Pero por otra parte, el hecho de que existiera un culto casi contemporáneo a san Lifardo, queda atestiguado por la inclusión de su nombre, en esta fecha, en el Hieronymianum.