Máximo fue el primer obispo de Nola, fundador de la diócesis, en la Campania italiana, en época en que arreciaba la persecución de Decio, a mediados del siglo III. En aquellos tiempos la muerte del obsipo podía significar la disolución de la iglesia del lugar, que en muchos casos eran comunidades pequeñas y frágiles, por estar recién fundadas. San Máximo entonces, no por miedo a la persecución, sino por preservar a su comunidad, decidió escapar de la furia persecutoria, huyendo al bosque. Dejó a cargo de las cuestiones de la diócesis a san Félix, presbítero joven lleno de fuerza y celo por la fe.
San Félix fue encarcelado, duramente maltratado, como puede leerse en su biografía, aunque finalmente fue liberado sin que revelase el sitio donde se hallaba su obispo. Una vez libre fue a buscarlo por el bosque, pero lo halló medio muerto, desnutrido y sediento: Dios le había aceptado que se fuera de su sede, pero no le había ahorrado los dolores de la confesión de la fe. No teniendo nada para reanimarlo, san Félix oró, y al punto halló milagrosamente un racimo de uvas con el que calmó a la vez la sed y el hambre de su obispo.
Pasada la persecución, san Máximo retornó a su sede, pero la vejez y los sufrimientos llevaron a término su vida, por lo que en algunos catálogos está inscripto como confesor (lo que en la hagiografía antigua significaba que sufrió por la fe, sin llegar a morir en martirio). No es posible saber cuándo, en que fecha y año concreto murió, aunque dentro de la segunda mitad del siglo III. Dejó encargado como sucesor a Félix, pero este prefirió declinar, en favor del presbítero más antiguo, san Quinto.
Su cuerpo estuvo enterrado en la iglesia luego dedicada a san Félix, y una parte de las reliquias fueron también a la iglesia de Benevento, donde también se extendió la devoción. El papa poeta san Dámaso, apenas un siglo más tarde, sufrió una grave enfermedad, que le fue curada por intercesión de san Máximo, ante cuyo cuerpo oró; por este motivo le dedicó uno de sus famosos epigramas, que testimonian a la vez la santidad del personaje y la antigüedad de su culto:
En el cuerpo, el espíritu, el alma, tan grande como en su nombre [Máximo significa "el más grande"]
asociadlo con sus triunfos al número de los santos de Cristo,
porque a los que a ti vienen solícitamente atiendes
y nadie que triste se te acerca retorna con padecimientos
A ti, Caudillo, yo, guardado de la muerte, cuyos lazos rompí,
acabados los enemigos, que habían dicho falsedades,
con versos este suplicante Dámaso te paga su voto.
El episcopologio oficial de la diócesis de Nola lo registra como segundo obispo, de inicios del siglo II, no de mediados del III, tras el legendario fundador, san Félix mártir (a quien se lo confunde con el san Félix mencionado en esta nota); sin embargo ese episcopologio se hace eco de noticias que adelantan un siglo la prestigiosa fundación de la diócesis, pero son hasta tal punto legendarias, que no sólo no se reflejan en el actual Martirologio Romano, sino que el propio historiador que introduce en el web de la diócesis la noticia histórica, las rechaza.
La fecha de celebración oscila en los distintos testimonios antiguos entre el 15 de enero y el 7 de febrero, sin que sea posible saber realmente cuál fue su fecha de muerte. El Martirologio actual ha preferido el 7 de febrero por considerar que está mejor apoyado en los testimonios.
La fuente prácticamente única es el relato de san Paulino de Nola acerca de san Félix, de donde deriva luego el de san Gregorio de Tours en De Gloria Martyrum nº 103; a esto se agrega un escrito acerca de los Milagros de San Máximo, que se encuentra en algunos manuscritos del breviario de Nola, donde figura el epigrama del papa san Dámaso. Todos los documentos pueden verse en Acta Sanctorum, febrero II, con discusión de las fechas de inscripción y las razones para preferir el 7 de febrero. La traducción del epigrama latino es de Abel Della Costa para esta hagiografía. El episcopologio oficial de Nola y la noticia histórica previa pueden verse en el web de la dócesis