El rey san Edwino pereció el año 633 en una batalla contra Penda y Cadwallon. Entonces, su sobrino Oswaldo determinó proseguir la obra de Edwino y tomar posesión de las regiones de Nortumbría. Oswaldo se había convertido sinceramente al cristianismo; así, en vez de traicionar a Cristo para ganarse a sus súbditos, como lo habían hecho sus desventurados hermanos, hizo cuanto pudo por ganarlos a la causa de Cristo. En tanto que Cadwallon saqueaba las provincias de Nortumbría, Oswaldo reunió un ejército relativamente pequeño y salió valientemente al encuentro del enemigo. El encuentro de los dos ejércitos tuvo lugar el año 634, a unos cinco kilómetros de Hexham, cerca de Rowley Burn. La víspera de la batalla, Oswaldo mandó hacer una gran cruz de madera, la plantó en la tierra y la sostuvo en tanto que sus hombres llenaban de tierra el agujero en que la había colocado. Una vez hecho esto, san Oswaldo gritó a sus soldados, entre los cuales había apenas un puñado de cristianos: «Postrémonos juntos a pedir al Dios verdadero y todopoderoso que nos defienda misericordiosamente de nuestros enemigos, ya que luchamos en defensa de nuestra vida y de nuestro país». Todos los soldados se arrodillaron. Esa misma noche, Oswaldo soñó que san Columba de lona tendía su manto sobre los soldados dormidos y le prometía la victoria para el día siguiente. Y así sucedió, en efecto. Dios bendijo a Oswaldo, cuyas tropas derrotaron al numeroso ejército de Cadwallon; este último pereció en la refriega. Como lo hace notar Beda, fue una buena señal que se llamase al sitio donde se había plantado la cruz «Campo Celeste», (aunque tal nombre data de una época posterior). La cruz fue el primer signo de cristianismo en la región, pues hasta entonces no se había visto jamás un altar o una iglesia en el reino de los bernicios. Con el tiempo se hizo muy famosa la cruz de san Oswaldo. En la época de san Beda, los enfermos solían beber agua en la que había una astilla de dicha cruz y muchos recobraban la salud. Después de la muerte del rey Oswaldo, los monjes de Hexham acostumbraban acudir al «Campo Celeste» la víspera del aniversario de la muerte del monarca; cantaban ahí por la noche, el oficio divino y al día siguiente celebraban la misa. Poco después de que Beda escribió estos detalles, se erigió ahí una iglesia.
San Oswaldo se consagró inmediatamente a restablecer el orden en sus dominios y a implantar en ellos el cristianismo. Como era natural, para la obra de evangelización pensó en Escocia y no en Canterbury, ya que ahí se había convertido al cristianismo. De Escocia le enviaron, pues, un obispo y varios sacerdotes para que predicasen y bautizasen a su pueblo. San Aidano, un monje de lona originario de Irlanda, fue el elegido para aquella ardua empresa. Dicho santo consiguió reparar con su mansedumbre el mal causado por otro monje que le había precedido, el cual trataba al pueblo con tal rudeza que, en vez de atraerlo, le había alejado de la fe que predicaba. El rey fijó la sede de Aidano en la isla de Lindisfarne. Como el nuevo obispo no conocía suficientemente el inglés, el monarca le sirvió personalmente de intérprete, al principio y traducía al pueblo sus sermones e instrucciones. «A partir de entonces, muchos escoceses (irlandeses) fueron a Inglaterra a predicar con gran fervor en los dominios del rey Oswaldo... Se construyeron numerosas iglesias; el pueblo se reunía a escuchar a los predicadores; el rey regaló tierras y dinero para la construcción de monasterios y los ingleses, así los nobles como los plebeyos, aprendieron las reglas y costumbres de la disciplina regular, pues casi todos los predicadores eran monjes.» (Beda).
Al mismo tiempo que gobernaba su reino temporal, Oswaldo oraba y trabajaba por ganar la eterna corona y, como oraba y daba gracias continuamente, se dice que se sentaba siempre con las manos sobre las rodillas y las palmas vueltas hacia el cielo. El reino de Nortumbría se extendió en aquella época hasta Firth of Forth, y el poder de Oswaldo llegó a ser tan grande, que los otros reyes de Inglaterra le consideraban nominalmente como su señor. Por ello, san Adamnán, en su vida de san Columba, llama a Oswaldo «Emperador de la Gran Bretaña». Beda narra el siguiente ejemplo de la caridad del monarca en medio de tanta prosperidad: un día de Pascua, en el momento que se sentaba a comer, un oficial le dijo que había a la puerta una gran multitud de pobres que pedían limosna. El rey les envió una enorme fuente de plata llena de carne y ordenó que se diese a cada uno una porción de carne y un fragmento del plato. Entonces san Aidán, que se hallaba con el rey, le tomó por la diestra y dijo: «Guarde Dios para siempre esta mano». Después de la muerte de San Oswaldo, se le cortó el brazo derecho, el cual permaneció incorrupto, por lo menos hasta la época de Simeón de Durham (c. 1136), en el monasterio de Peterborough. San Oswaldo se casó con Cineburga, hija de Cinegildo, el primer rey cristiano de Wessex. Oswaldo había sido padrino de bautismo de su suegro. Cineburga y Oswaldo tuvieron un hijo, Etelwoldo, quien fue rey de Deira e hizo poco honor a su padre.
Algunos años después del acceso de Oswaldo al trono, estalló una guerra contra el pagano Penda de Mercia y sus aliados. La contienda se prolongó hasta la batalla de Maserfield, donde fue derrotado el reducido ejército de san Oswaldo, quien pereció en la lucha. Cuando se vio rodeado de enemigos, Oswaldo hizo la última oración por las almas de sus soldados. Tal fue el origen del proverbio inglés que dice: «Señor, ten misericordia de sus almas, como dijo san Oswaldo al morir». La batalla de Maserfield tuvo lugar el 5 de agosto de 642; Oswaldo tenía treinta y ocho años. Sus reliquias se repartieron entre varios santuarios. Beda cuenta algunos de los milagros que se les atribuían. Era muy natural que aquel monarca que tanto se había preocupado en vida por los pobres y los enfermos, les restituyese la salud después de su muerte. Antiguamente se veneraba a san Oswaldo como héroe nacional de Inglaterra, y su culto se popularizó en Escocia, Irlanda, Portugal, el norte de Italia, Bohemia, el sur de Alemania y Suiza. El santo es el patrono de Zug, en Suiza. Su culto ha decaído un tanto, pero todavía se celebra su fiesta en varias diócesis de Inglaterra.
Prácticamente todo lo que sabemos sobre san Oswaldo procede de la Historia Eclesiástica de Beda. Sin embargo, C. Plummer enumera varias biografías posteriores (vol. II, p. 161). En Acta Sanctorum, agosto, vol. II, puede verse la que escribió Drogo en el siglo XI; la de Reginaldo de Durham se encuentra en la edición que bizo Arnold de las obras de Simeón de Durham (Rolls Series). Plummer (pp. 159-160) estudia el culto de san Oswaldo en Europa Central. Las notas del mismo autor al texto de Beda son importantes, así como las de la edición hecha por Mayor y Lumby (1881). Acerca del culto del santo en Suiza, cf. el artículo de E. P. Baker en Archaelogia, vol. XCIII (1949), pp. 103-123; por lo que se refiere al norte de Italia, véase otro artículo del mismo autor en Archaeologia, vol. XCIV (1951), pp. 167-194.