Troix Chateau (Augusta Tricastina, en su nombre romano) fue una sede episcopal relativamente efímera. Fue creada con toda probabilidad en el siglo IV, y entre el 827 y el 839 el papa Gregorio IV la unió a la diócesis de Orange. De estos poco más de cuatro siglos nos ha quedado un puñado de nombres (máximo nueve, según los listados), que naturalmente no llegan a formar un episcopologio, es decir un registro coherente de sucesión episcopal.
De entre esos pocos nombres, del único del que se está completamente seguro de su existencia es del santo que conmemoramos hoy, y de hecho, de esos nueve aludidos antes, que han llegado a figurar todos en el santoral, el Martirologio Romano actual ha conservado solo a este. ¿Cuáles son los signos de esta certeza? a decir verdad, no muchos: ante todo, el propio lugar tomó más tarde el nombre del santo, de tal modo que se pasó a llamar -y así es en la actualidad- Saint-Paul-Trois-Châteaux; la presencia en los toponímicos es un indicio firme de tradición cúltica y de la importancia del personaje para el sitio. Además, aparece mencionado en el Martirologio de Adón (siglo IX); y puede razonablemente identificarse con el obispo Pablo que firma en el concilio de Valence del 374. Si esta identificación es cierta, podría haber sido el fundador de la sede, aunque en los listados no aparece en primer lugar, sino precedido de un obispo que hoy se considera legendario (Restituto), o en un puesto más tardío de la sucesión.
Más allá de eso se teje, como casi siempre, la leyenda, que no nos sirve para tener datos concretos del santo, pero sí al menos para constatar que su culto fue lo suficientemente importante como para que la tradición oral se interesara en rellenar los huecos de la historia transmitida. En este caso se nos dice que era de origen romano, y que era casado al momento de subir al episcopado, por lo que su mujer se retiró a un monasterio en Arlés. A decir verdad esto último no corresponde a las costumbres de la Galia en el siglo IV sino en el VI, por lo que la leyenda en este punto ha recreado el dato histórico. Se dice que su elección estuvo presidida por un milagro: floreció con margaritas un palo seco para indicar al elegido. Durante siglos se veneró en Trois-Châteaux las reliquias del santo, incluyendo el palo del milagro, hasta que en 1535 (por el conde de Lamarche) o 1561 (por los Hugonotes) fueron destruidas. Sin embargo durante mucho tiempo las fiestas patronales incluyeron el ofrecimiento de frutos y flores al santo, colocados junto a una vara seca.
Ver fundamentalmente Duchesne, Fastes Episcopaux I, pág 263ss., también Acta Sanctorum, febrero I, pág 92 (hay una addenda en pág 934); la leyenda tradicional fue publicada en Analecta Bollandiana, t. XI, p. 375. Petits Bollandistes, de Guerin, tomo II, pág. 167 trae otra versión de la leyenda. Versión del episcopologio aceptada oficialmente en la actualidad.