El culto de san Potito está ampliamente difundido en Cerdeña y en la Campania italiana -Benevento, Nápoles-, y en Tricarico, ciudad y diócesis de la que es patrono. Hubo en Benevento una iglesia, y en Nápoles una iglesia y un monasterio dedicados al santo, donde floreció su devoción con himnos y lecturas del breviario local. Las noticias de su vida están dispersas por los más conocidos martirologios históricos, ya que dan cuenta de él, entre otros, los prestigiosos Hieronymianum y Beda aunque en una fecha distinta, el 3 de enero, mientras que el antiguo Romano y algunos otros lo inscriben el 13 o el 14 del mismo mes.
Con la amplia testificación de su culto va parejo la falta de noticias concretas y confiables. Lo único que podemos colegir es que san Potito era muy joven, quizás casi un niño (muchos hablan de 13 años), y que su martirio se produjo posiblemente a mediados del siglo II; las fuentes hablan del año 166 o cercano a ello, en medio de un despliegue asombroso de torturas, que varían -cada descripción más cruel que la otra- entre las distintas redacciones. Por ejemplo, así lo narra Beda (perdone el lector de antemano la salvajada que se leerá):
«Primero fue golpeado con látigos, luego suspendido en el potro, por orden del emperador desgarrado y arrojadas sus partes a los perros, que no conseguían tocarlo. Por esto se ordenó freirlo en una sartén, y lo fue en plomo fundido, después se lo empaló en una barra de hierro. Y puesto que fue arrebatado por el ángel [¿cantando en éxtasis?], ordenó el emperador que se le cortara la lengua y se le quitaran los ojos. Y como ni aun así pudo ser vencido, se le mandó arrancar del todo la cabeza.»
Es evidente que no hay en esta descripción ni el menor atisbo de sobriedad; de un recuerdo posiblemente histórico se ha pasado a un despliegue de torturas imposibles, incluso aunque mediara la forma más grosera de concebir los milagros divinos; simplemente es absurdo imaginar que alguien que ha sido frito en plomo fundido le quede aun ojos que quitar o lengua que cortar. ¡Y nos hemos librado de que la cabeza arrancada siguiera cantando salmos, como en otras leyendas de martirio!
Se comprende que la hagiografía posterior, a la hora de dar cuenta de este santo cuando el género de las "vidas de santo" se popularizó (a partir de los siglos VIII-IX), creó unas vidas estrambóticas, que más ocultan que reflejan la grandeza del testimonio del mártir. Se nos legaron varias "Vidas de san Potito", pero ninguna con datos sobrios y fiables.
No menos debe decirse de la fecha del martirio, que permanece incierta en medio de esa misma ausencia de datos. A este deprimente panorama se suma la cuestión de la localización: algunos manuscritos parece que han confundido Sárdica con Sardegna (actual Cerdeña), y allí fue a parar el santo, de Bulgaria a la Italia occidental, que reclama hasta hoy ser su cuna.
En algún momento sus reliquias llegaron al sur de Italia, y su culto prendió allí como si el santo tuviera allí su origen; y de hecho hasta hoy san Potito se venera en los lugares mencionados al inicio de esta nota, sin que podamos asegurar más que su existencia y la realidad de su culto antiguo, que refleja la realidad de un martirio cuyos detalles se nos han desdibujado por completo.
Varias "Vidas de san Potito" pueden verse en Acta Sanctorum, enero, I, pág. 753 a 765, donde también se halla una nutrida colección de himnos al santo del oficio propio del monasterio napolitano. Es interesante la nota dedicada al santo por Antonio Borrelli en Santi e beati.