La persecución del emperador Aureliano se dejó sentir con especial crueldad en la Galia romana, particularmente en la ciudad de Besançon. Para seguir el consejo del Evangelio: «Cuando os persiguieren en una ciudad, huid a otra» (Mt 10,23), dos distinguidos ciudadanos, Prisco y Coto, acompañados por otros cristianos, se trasladaron de Besançon a Auxerre, que estaba rodeada de bosques. Sin embargo, los perseguidores lograron arrestarlos y los decapitaron. San Germán, que descubrió los cuerpos de los mártires en la primera mitad del siglo V, construyó dos iglesias en su honor. Gracias a los esfuerzos de San Germán, el culto de estos mártires se extendió mucho en Auxerre. Las ciudades de Besançon y Sens celebran todavía la fiesta de San Prisco.
Véase la leyenda de estos mártires en Acta Sanctorum, mayo, vol. VI. Aunque dicha leyenda es relativamente poco extravagante, no es fidedigna. Pero la mención de san Prisco en el Hieronymianum constituye una prueba de la existencia histórica de ese mártir y de la antigüedad de su culto.
Imagen: cruz en homenaje a los santos en Saints en Puisaye, nombre actual del lugar del martirio.