San Proclo fue discípulo de san Nilo, y su fama de santidad nos llega precisamente a través del relato de la vida del gran abad, escrito en el siglo XII, donde dice: «...el beatísimo y santísimo Proclo, hombre de grandísima erudición en las letras humanas, el cual había hecho de su mente un arca de obras tanto profanas como sacras. Antes de hacerse monje, siendo aun joven, en su tierra llevaba esta forma de vida: permanecía en ayuno todo el día hasta el caer de la tarde, dedicado a la lectura y absteniéndose de comidas cocidas al fuego y de bebibas gustosas; desde la víspera hasta el amanecer visitaba todas las iglesias del lugar recitando el salterio entero y haciendo a las puertas de cada iglesia tantas postraciones como se había prescripto, y que sólo Dios sabe. Entrado en la vida monástica, fue revestido por nuestro Santo Padre Nilo del hábito de la vida virtuosa, se sujetó a tanta abstinencia y a tan rígida ascética, que mortificó efectivamente sus miembros terrenos, y recibió molestísimas enfermedades hasta su último suspiro.»
No tenemos otros datos acerca del santo. La noticia de que fuera tan erudito hace pensar en alguien que tuviera un origen ilustre, y el hecho de que se sometiera a tan ásperas penitencias era frecuente en quienes abandonaban no sólo el mundo, sino una vida mundana, tras una radical conversión; pero todo esto no son sino conjeturas que podemos hacer a partir de la escasa memoria que nos ha llegado. Debió haber muerto hacia el 875, y se conservó el culto en Bisignano, aunque en la actualidad no hay ninguna iglesia de la diócesis dedicada a él.
La «Vita» de san Nilo, de gran valor histórico, fue impresa en griego y latín por los Bolandistas en Acta Sanctorum, septiembre, VII, pág 285ss. el párrafo citado se encuentra en la pág. 307.