Sireno era griego de nacimiento. Lo había dejado todo para poder servir a Dios en la soledad. Ejercía el oficio de jardinero en Sirmio de Panonia, juntando así el trabajo de sus manos con la oración y la contemplación. El temor a las penas con las que amenazaba el edicto de Diocleciano hizo que, al principio, se ocultara. Al cabo de algún tiempo, creyó que podía regresar a su habitación acostumbrada y emprender de nuevo su trabajo. Un día, la mujer de uno de los oficiales del emperador se presentó en forma bastante indiscreta a pasearse por los jardines de Sireno, con dos sirvientes suyos. Sireno, creyendo descubrir en ella intenciones culpables, le hizo una advertencia. Viéndose descubierta, la matrona se encendió en cólera y dio noticia de ello, por escrito, a su marido. Este avisó al punto al emperador, quien autorizó al oficial a regresar a Panonia. Así lo hizo y, al llegar a Sirmio se dirigió al gobernador, quien mandó detener a Sireno y lo hizo comparecer ante su tribunal.
- Yo no he injuriado jamás a una mujer de calidad -respondió Sireno-, sólo sé que una mujer entró en mi jardín a horas poco convenientes (la hora de la siesta) y le hice una advertencia.
Sorprendido el gobernador de esta respuesta tranquila y serena, sospechó que no podía salir más que de la boca de un cristiano. Queriendo asegurarse dijo a Sireno:
- ¿Quién eres tú?
- Yo soy cristiano.
- ¿En dónde te escondiste y qué subterfugio usaste para evitar sacrificar a los dioses?
- Ha querido Dios preservarme hasta este día. Ahora ha permitido que yo fuese descubierto. Estoy preparado para sufrir a fin de tener parte en su reino con sus santos.
- Bien -exclamó furioso el gobernador-, puesto que tú te has librado hasta este día y has rehusado sacrificar a los dioses, ordeno que te arranquen la cabeza.
Y la sentencia se ejecutó sin demora. Era el 23 de febrero. Por la narración bien se ve que no sucedió al comienzo de la persecución. Tampoco fue después del 307, cuando Licinio fue nombrado emperador de la Panonia. Sireno, a quien los bolandistas califican de monje, más bien fue un asceta. Algunos han querido que fuera un habitante de Fermo en la Marca de Ancona, pero es un error debido a la confusión de palabras: Sirmio y Firmo (Fermo).
El Martirologio Jeronimiano nombra a Sireno el 22 de febrero, después el 23, con nombre desfigurado: Serenoti o Synerotis, en los manuscritos de Berna y Epternach. El mismo martirologio le da sesenta y dos compañeros, que se convierten en setenta y dos en la edición antigua del Martirologio Romano. Los martirologios históricos de la Edad Media lo han situado el 23 de febrero. La ciudad de Billón en Auvernia honra el 23 de febrero a un santo Sinero, mártir (vulg. Cerneuf) de quien se cree poseer el cuerpo en una colegiata de este nombre. La catedral de Clermont celebra su oficio el 10 de mayo (fecha que marca alguna traslación de reliquias). Hay algunos autores que han creído que éste era nuestro Sireno, pero no hay ninguna prueba. Se invoca a san Sireno para obtener el buen tiempo. ¿Es un juego de palabras con el nombre del santo o un recuerdo de su oficio de jardinero? C. Cahier, en su Caracteristiques des saints, se inclina por la segunda explicación.
Dom Ruinart ha publicado las Actas de este santo bajo el título: Passio sancti Sereni, Acta martyr. sincera, ed. de 1689, p. 456; las considera auténticas. Ver Acta sanctorum, 23 de febrero. P. Allard, Hist., des perséc., vol. V, p. 92. Tillemont, Mémoires pour servir... vol. V., p. 254 y 687. Quentin, Les martyrol. histor. du Mayen Age, p. 186, 328. Imagen: reliquia en la cripta de la iglesia de Saint-Cerneuf, en Billom.