Natural de Barcelona y educada en un ambiente familiar muy cristiano, se sintió sienpre atraída por Dios.
Casada con un joven de Vic, Teodoro de Mas, se amaron profundamente y se entregaron ilusionados a la tarea de educar a sus nueve hijos. Prematuramente viuda, Joaquina dedicó lo mejor de sí misma a sus hijos y a los enfermos pobres de la ciudad de Vic, decidida entonces a acabar sus días como religiosa, en la pobreza y la oración.
Cuando, ya mayores sus hijos, parecía llegado el momento del retiro a la vida monástica, el Señor le mostró, a través de providenciales circunstancias, el camino hacia una meta nueva: poner en marcha una congregación religiosa «para abrazar las necesidades de los pueblos, ya para cuidar enfermos, ya para la enseñanza de las niñas», como ella misma decía.
Deseosa únicamente de «emprender lo que el Señor quiera», «dispuesta para hacer su voluntad», reunió hermanas e inició con ellas un nuevo modo de vida religiosa al servicio de las clases populares del país. La infancia y la juventud, los marginados y los enfermos encontraron en ella acogida y respuesta a sus necesidades. Murió en Barcelona, víctima del cólera, en el verano de 1854, dejando tras sí numerosas comunidades, que, herederas de su carisma, son hasta hoy las continuadoras de su obra en la Iglesia.
«Madre de nueve hijos -dijo de ella Juan XXIII- se convertirá en madre de innumerables pobres». Él mismo, en 1959, añadía el nombre de Joaquina de Vedruna a la lista de los testigos ejemplares del Señor, los santos.
Las Hermanas Carmelitas de la Caridad Vedruna, fueron fundadas el 26 de febrero de 1826 en la ciudad de Vic, provincia de Barcelona (España), por Santa Joaquina de Vedruna y de Mas. El proyecto iniciado ayer por Joaquina y sus primeras compañeras sigue vivo hoy en nuevas generaciones de mujeres que, «con la luz de Dios en sus pupilas y la compasión de Jesús en sus entrañas», se encarnan en nuevos lugares del mundo para irradiar esperanza y amor sin fronteras. Hoy están en América, Europa, África y Asia.