En realidad desconocemos casi todos los hechos de la vida de esta viuda cristiana, sin embargo su nombre y su culto han desafiado los siglos, y se mantiene desde la antigüedad. Ya san Ambrosio alaba a una viuda boloñesa de nombre Juliana, que los Bolandistas creen que debe identificarse con esta misma viuda florentina que hoy celebramos. Su cuerpo descansa en la antigua basílica de san Esteban, en Bolonia, donde recibió un culto tan extendido, que una bula que posiblemente se deba al papa Celestino III (1143-1144) otorga indulgencia de 100 días a quienes visiten su altar en la mencionada basílica.
Lo que sabemos de ella es que tuvo un hijo varón y tres o cuatro hijas mujeres; perdió a su marido pronto, y tuvo que llevar adelante ella sola el cuidado de los hijos, a quienes formó para consagrarlos a Dios. Efectivamente, el varón, llamado Lucio, ingresó al clero, y las tres o cuatro mujeres (cuyos nombres parece que fueron Lucía, Perpetua, Victoria y Cándida) consagraron su virginidad a Cristo.
Tal como lo diríamos hoy, Juliana se santificó en la vida de todos los días, aunque ayudó a su fama de santidad que su tumba no estuvo excenta de milagros. Posiblemente murió en los primeros años del siglo V, a los 70 o 75 años de edad aproximadamente.
Nada es seguro de lo que se conserva del culto de santa Juliana, y el artículo de los Bolandistas, con su superposición de versiones sobre los distintos aspectos, presentan el rompecabezas sin llegar a resolverlo. Es interesantísima la bula, que transcriben in extenso, aunque lamentablemente no hay un acuerdo sobre a qué papa perteneció, lo que implica también que podría no ser auténtica. La identificación entre Juliana de Bolonia y Juliana de Florencia no es segura, pero el Nuevo Martirologio Romano, al suplantar la Juliana de Bolonia que aparecía en el MR anterior por la de Florencia, la da por supuesta.
Ver Acta Sanctorum, febrero, II, pág. 48-52.