San Venancio Fortunato, obispo de Poitiers a principios del siglo VII, considera a santa Justina como una de las vírgenes más ilustres cuya santidad y triunfo han sido consagrados por la Iglesia y afirma que su nombre hace tan famosa a Padua como el de santa Eufemia a Calcedonia y el de santa Eulalia a Mérida. El mismo autor, en el poema que dedicó a la vida de san Martín, exhorta a los peregrinos que van a Padua a besar el sepulcro de la bienaventurada Justina.
A principios del siglo VI, se construyó en Padua una iglesia en honor de la santa y se dice que sus reliquias fueron descubiertas allí en 1117. Por la misma época vio la luz una falsificación de las actas del martirio de la santa. Según ese documento, Justina fue bautizada por san Prosdócimo, «un discípulo del bienaventurado Pedro», el cual comunicó al autor los datos que poseía sobre la santa. Prosdósimo, según el relato al que nos referimos, fue el primer obispo de Padua y sufrió el martirio durante la persecución de Nerón. Santa Justina fue decapitada por haber permanecido fiel a la fe. El relato añade muchos detalles de cuya verdad no existe prueba alguna.
La «reforma» benedictina de Santa Justina, que data del siglo XV y es conocida actualmente en Italia con el nombre de congregación de Monte Cassino, tomó su nombre del de la abadía de Padua en la que fue fundada.
Ver Acta Sanctorum, oct. vol. III. En Analecta Bollandiana vol. x, 1891, pp. 467-470, hay un texto aún más antiguo sobre el martirio de santa Justina ibid., vol XI, 1892, pp. 354-358, se encontrará un relato del presunto descubrimiento de las reliquias en 1117. Cf. Allard, Historie des persécutions, vol. Iv, pp. 430 ss., y Trifone, Rivista Storica Benedictina, 1910 y 1911. Por lo que se refiere a Prosdósimo, las primeras huellas de su culto datan del año 860, y puede verse una biografía espuria del siglo XII en Acta Sanctorum (nov., vol. III), con un comentario que pone las cosas en su punto.