El año 484, el rey arriano Humerico desterró de su diócesis a los obispos católicos de África. Durante la violenta persecución que siguió a esa medida, perecieron numerosos cristianos. Dionisia, que era una mujer notable por su belleza, celo y piedad, fue azotada en el foro hasta quedar bañada de sangre. Viendo Dionisia que su joven hijo, Mayórico, temblaba ante ese espectáculo, le dijo: "Hijo mío, no olvides que hemos sido bautizados en el nombre de la Santísima Trinidad. No debemos perder la túnica bautismal, no sea que el Señor nos encuentre sin el vestido de bodas y nos arroje a las tinieblas." El niño, confortado por esas palabras, sufrió con extraordinaria constancia un martirio brutal. La hermana de Santa Dionisia, Dativa, así como su primo Emiliano, que era médico, y Leoncia, Tercio y Bonifacio, sufrieron también horribles tormentos por la fe. Por ello, el Martirologio Romano dice que merecieron figurar entre los santos confesores de Cristo. Dionisia, Mayórico y Dativa murieron en la hoguera; Emiliano y Tercio fueron desollados vivos.
San Servio era originario de Tuburbo. Los perseguidores le torturaron con la mayor violencia, levantándole una y otra vez con cuerdas y dejándole caer desde lo alto. Después, le arrastraron por las calles hasta que la piel y los pedazos de carne le colgaban por todo el cuerpo. Entre los mártires de Cucusa hubo una mujer llamada Victoria, a la que los perseguidores colgaron por las muñecas sobre una hoguera. Su esposo, que no estaba bautizado, le pidió en los términos más conmovedores que por lo menos tuviese piedad de sus hijitos y obedeciese al rey para salvase. La santa no accedió a sus súplicas y apartó la vista de sus hijitos. Los perseguidores, creyéndola muerta, la dejaron tirada por tierra. Victoria recobró el conocimiento y, más tarde, relató que se le había aparecido una doncella que la había curado pasándole la mano por las heridas.
Lo único que sabemos sobre estos mártires es lo que cuenta el obispo de Vita, en su «Historia persecutionis provinciae africanae»; el autor vivió en la época de los sucesos. No existen pruebas de que el culto de estos mártires haya sido muy popular. Los nombres de estos santos no figuran en el Calendario de Cartago ni en el Hieronymianum.
En la imagen: ícono del médico Emilio.