Su martirio tuvo lugar en Córdoba, España. Primero Fausto, después Jenaro y finalmente Marcial, que era el más joven, fueron atormentados en el potro. El juez ordenó a los verdugos que intensificasen gradualmente la tortura hasta que los mártires se decidiesen a ofrecer sacrificios a los dioses. Fausto gritó: «¡No hay más que un Dios, que es nuestro Creador!» El juez mandó que le cortasen la nariz, las orejas, los párpados y el labio inferior. A medida que le cortaban esas partes, el mártir prorrumpía en un himno de acción de gracias. Jenaro no salió mejor librado que su compañero y, entretanto, Marcial presenciaba con gran constancia el horrible espectáculo, tendido en el potro. El juez le exhortó a obedecer al edicto imperial; pero Marcial respondió resueltamente: «Jesucristo es mí único consuelo. Sólo hay un Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, a quien sean dados todo honor y toda gloria». Los tres mártires fueron condenados a perecer quemados vivos y ofrecieron jubilosamente sus vidas.
Como en tantos otros casos, aunque las actas carecen de valor histórico, está fuera de duda el hecho del martirio de tres cristianos en Córdoba. Sus nombres se han perpetuado gracias a ciertas inscripciones del siglo V o VI y a la mención que de ellos hace el Hieronymianum. Aunque Prudencio (s. V) no los menciona por su nombre, habitualmente se piensa que están aludidos en el verso 20 del Peristephanon IV, cuando dice que «Córdoba dio a Acisclo y Zoilo / y a las tres Coronas.» De allí viene su apelativo tradicional, que recoge el Martirologio Romano.
Ver Comentario sobre el Martirologium Hieronymianum, pp. 530, 544. Las actas pueden verse en la obra de Ruinart (Acta primorum martirum sincera et selecta) y en Acta Sanctorum, oct., vol. VI. En la Historia eclesiástica, de Giuseppe Orsi, tomo V, libro X (pág. 451 de la edición española de 1754) hay un testimonio de la identificación de los tres mártires con las «tres coronas» de Prudencio. Artículo basado en Butler, aunmentado con las referencias a Prudencio.