Al igual que hemos señalado recién para Agabo, también a estos tres santos del Nuevo Testamento se les atribuye entre los griegos el haber pertenecido al grupo de setenta y dos discípulos enviados por Cristo a evangelizar. Asimismo, esas tradiciones orientales recogen las supuestas sedes que ocuparon luego como obispos: Herodión, de Novarum-Patrarum, Asíncrito, de Hyrcania, y Flegón, de Maratón. Como cabe esperar, las mismas tradiciones señalan que murieron mártires. Sin embargo, de nada de esto hay el más mínimo testimonio fiable, sino que son «tradiciones» surgidas cuando las sedes episcopales necesitaban hacer valer su prestigio unas frente a las otras, por lo que, a falta de relación con alguno de los Doce, recurrían al expediente de identificar a los anónimos Setenta y dos dicípulos de Lucas 10 con algunos de los santos mencionados en otras partes del Nuevo Testamento. El mismo fenómeno de prestigiar las sedes episcopales con el recurso a identificar al fundador con uno de los Setenta y dos, ocurrió en la evangelización de la Galia.
Lo que tenemos de cierto sobre estos tres santos es lo que resume el Martirologio Romano (y no sólo la versión actual, más crítica, sino que era lo que ya había recogido el primitivo Martirologio Romano de Baronio): que san Pablo los saludó como santos en la Carta a los Romanos, esto es, en el capítulo 16, en la larga sección de saludos. Sobre Herodión dice el Apóstol que es su «sungene», su pariente, alguien de su mismo linaje; sin embargo, no es posible establecer si ese parentesco al que se refiere es de sangre o quiere simplemente indicar una más estrecha unión espiritual, o alguna otra forma de cercanía.
En la misma sección de la carta se mencionan muchos otros cristianos, presuntamente de la comunidad de Roma; Febe, Prisca y Aquila, María, Andrónico y Junia, Ampliato, por nombrar sólo los primeros en la lista. Muchos de ellos han pasado al Martirologio y otros no, dependiendo en general no tanto de estar mencionados en la carta, cuanto de aquellas tradiciones espurias que los hacían «famosos» o representativos para una comunidad. Puede decirse que, tengan o no celebración asociada en el calendario, todos ellos merecen ser llamados santos, como piedras fundamentales donde se asentó la transmisión concreta y cotidiana de la vida comunitaria en la fe.
Ver Acta Sanctorum, abril, I, pág. 741-42. Acerca de la pertenencia del capítulo 16 de Romanos al conjunto de la carta, así como la cuestión de su autenticidad, puede verse cualquier comentario actualizado al Nuevo Testamento, en especial está bien resumido en Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo, Romanos (51) Introducción, nn. 9-11. Imagen: ícono de san Herodión.