En el siglo IX, la mitad de la población de Córdoba, ciudad de Andalucía, en el sur de España, era musulmana, desde la época de la conquista de los árabes. Muchos católicos fueron martirizados por los infieles invasores en el año de 852, como aquellos dos monjes, Cristóbal y Leovigildo, que marcharon de buen grado por el camino del santo heroísmo. Cristóbal era originario de Córdoba, pariente y discípulo de san Eulogio, el historiador de sus hechos. Era de sangre árabe, pero criado en la fe cristiana con tanto fervor que, cuando tuvo edad suficiente, ingresó al monasterio de San Martín, cerca de Córdoba, en la montaña llamada la Rojaná. Este santo religioso, animado al martirio por las ejecuciones precedentes, fue a la ciudad a enfrentarse con el juez y confesó en voz alta su fe, por lo que fue inmediatamente encarcelado. Leovigildo de Granada, monje del monasterio de San Justo y San Pastor, cerca de Córdoba, llegó también a proclamar su cristianismo ante el juez. Fue igualmente arrojado a la prisión, luego de soportar palizas y malos tratos. Los dos prisioneros se reconfortaban mutuamente. Cristóbal pedía a Leovigildo, porque era el mayor, recibir primero los honores del martirio. Sus cuerpos debían de ser quemados, pero los cristianos los robaron antes de que se consumieran y sepultaron los restos en la basílica de San Zoilo. Usuardo los incluye el 20 de agosto en su martirologio. El Martirologio Romano precisa que fueron decapitados: este detalle se introdujo en 1578, pero no figura en las crónicas de Eulogio.
Eulogio, Memoriale sanctorum, II, XI. Acta Sanctorum, 20 de agosto, vol. IV, pp. 97-100. Florez, España Sagrada, vol. X (1753), pp. 395-396. F. J. Simonet, Historia de los Mozárabes de España; p. 433.