Con el mismo nombre de "Santos Mártires de Alejandría" se conoce a otro grupo de mártires que celebramos hace muy poco, el 9 de febrero. Sin embargo, aunque el nombre y la ubicación geográfica sean las mismas, ha pasado casi un siglo entre un grupo y otro, y las circunstancias históricas son bien diferentes: aquellos murieron en una persecución pagana, una de las mayores y más crueles, la de Decio; los que celebramos hoy, en cambio, murieron a mano de gente que se decía también "cristiana".
Vayamos al contexto: el gran san Atanasio, obispo de Alejandría y campeón de la defensa de la divinidad de Cristo, había sido desterrado por primera vez por el emperador Constantino en el 335, por oponerse tenazmente al cierre en falso de la crisis arriana: para Atanasio, la simple readmisión de Arrio y del clero caído en herejía no llevaba a una auténtica paz... y eso fue visto como contrario a la pacificación que pretendía el emperador; con esta razón de fondo, e innumerables maquinaciones de sus enemigos, Atanasio fue expulsado de su sede. Sin embargo al poco tiempo el emperador murió y su sucesor, Constancio II, lo rehabilitó. Pero la tranquilidad duró poco, ya que los enemigos de Atanasio eran muchos y poderosos, por lo que maquinaron con "razones" políticas, religiosas y de toda clase hasta que dispusieron contra él a Constancio II, quien en el 339 lo expulsa de su sede nuevamente, y permite la llegada de Gregorio de Capadocia, un obispo arriano, quien entró de la mano del poder militar, y no sólo ocupó la sede, sino que convirtió el inicio de su episcopado en una verdadera caza y carnicería de católicos.
El tremendo relato de ese viernes santo lo tenemos muy vívidamente descripto por el propio san Atanasio en uno de sus escritos más conocidos: la Carta Encíclica a los obispos católicos, pidiendo ayuda para enfrentar a Gregorio de Capadocia. En el parágrafo 4 describe con detalle los acontecimientos:
«[...]como premio y precio de su inicuo éxito, les entregó [Gregorio a los paganos y judíos] la iglesia para que fuera saqueada por ellos. Con esta licencia para la iniquidad y el desorden, sus hazañas fueron peores que las que ocurren en tiempo de guerra, y más crueles que las de los ladrones. [luego de describir horrendos robos, destrucciones y sacrilegios, prosigue:] y los impíos arrianos, lejos de los sentimientos de vergüenza que deben inspirar estas acciones, añadieron más atrocidades y crueldad. Presbíteros y laicos vieron desgarradas sus carnes, vírgenes arrancados sus velos, y fue enviado lejos el tribunal del gobernador y convertido luego en prisión; otros vieron sus bienes confiscados, otros fueron asesinados, y el pan de los ministros y las vírgenes fue arrebatado.»
La carta continúa describiendo los desmanes de este "obispo" Gregorio, a quien Atanasio compara acertadamente con Caifás. No sabemos los nombres de las víctimas, ni su número. Por la descripción de la carta el martirio no se limitó a un día, sino que se extendió en forma de abierta persecución durante, nos dice, todo el tiempo de pascua. Celebramos sin embargo hoy, en una misma fecha, a ese numeroso grupo de fieles que supieron resistir y entregar la vida por defender la divinidad de Cristo.
Ver Acta Sanctorum, marzo, III, pág 261 un comentario histórico, con un estracto de la Carta Encíclica, que puede leerse completa, en inglés, en New Advent (faltan unas pocas líneas iniciales que pueden leerse aquí). En cualquier biografía de san Atanasio figura el episodio.