En el año cuarto de la terrible persecución que desató en Persia Sapor II, fueron arrestados el obispo de Sahgerd, llamado Nerseo (o Narsete), y su discípulo José. Sapor II se hallaba entonces en dicha ciudad. Cuando los reos comparecieron ante él, el soberano dijo a Nerseo: «Tus cabellos grises y la juventud de tu discípulo me inclinan a la benevolencia. Piensa en tu propia vida. Ofrece sacrificios al sol, y yo te cubriré de honores». Nerseo respondió: «Tus halagos no nos engañan. Yo tengo ya más de ochenta años y he servido a Dios desde niño. Ruego a Dios que me preserve de todo mal, que no permita que yo le traicione, adorando la obra de sus manos». Como el rey le amenazase con la muerte, el anciano replicó: «Aunque nos mataras siete veces, no cederíamos». Entonces se sacó a los mártires fuera del campamento.
En el sitio de la ejecución, donde se hallaba reunida una gran multitud, José dijo al obispo: «Mirad a esa multitud que está esperando que la bendigáis antes de subir a la Patria». Nerseo le abrazó y le dijo: «Feliz de ti, bendito José, que has roto las cadenas de este mundo y has entrado por el sendero estrecho que conduce al Reino de los Cielos». Los dos fueron decapitados. En las mismas actas se narra también el triunfo de otros mártires. Uno de ellos fue un eunuco de palacio que se negó a ofrecer sacrificios. Vardano, un sacerdote que había apostatado por miedo al martirio, fue el encargado de darle muerte. Cuando Vardano vio a su víctima, se echó a temblar y no se atrevió a proceder a la ejecución. El mártir le dijo: «,Cómo podéis matarme vos, que sois sacerdote? Seguramente que me equivoco al daros el nombre de sacerdote. Haced lo que tenéis que hacer, pero no olvidéis la muerte del apóstata Judas». El impío Vardano dio un paso vacilante y apuñaló al mártir.
El P. P. Peeters (Acta Sanctorum, nov., vol. IV), en un artículo muy completo sobre san Nerseo, publicó el texto sirio de las actas, una traducción latina y una inmensa bibliografía. E. Assemani había publicado anteriormente las actas en Acta Martyrum Orientalium, vol. I, pp. 99 ss. También Bedjan y Hoffman las habían publicado ya.