Cuando san Ignacio de Antioquía (ver hoy mismo) estuvo en Filipos de Macedonia de paso para Roma, en donde habría de ser martirizado, le acompañaban los santos Rufo y Zósimo, originarios de Antioquía o de Filipos. Siguiendo las instrucciones de san Ignacio, los cristianos de Filipos escribieron una carta fraternal a los de Antioquía. San Policarpo de Esmirna, a quien san Ignacio Había encomendado el cuidado de su iglesia, se encargó de responderles. En su carta, que solía leerse públicamente en las iglesias de Asia en el siglo IV, san Policarpo habla de Rufo y Zósimo, que habían tenido la felicidad de compartir las cadenas y sufrimientos de Ignacio por amor de Cristo y habían sido glorificados por Dios con la corona del martirio, hacia el año 107, durante el reinado de Trajano. San Policarpo dice, hablando de ellos: «No corrieron en vano, sino que iban armados de la fe y la rectitud. Partieron al sitio que les tenía preparado Aquél por quien habrían de sufrir, porque no amaron este mundo sino a Jesús, que murió y fue resucitado por Dios para nuestra salvación ... Por ello, os exhorto a todos a vivir rectamente y a ejercitar la paciencia, de la cual os han dado ejemplo no sólo Ignacio, Zósimo y Rufo, sino también otros que vivieron entre vosotros, así como el mismo Pablo y los demás Apóstoles.»
Epígrafe encontrado sobre la Tumba de San Rufo en el «Coemieterius Maius» (contiguo al de Santa Inés) en Roma. Fue hallado en el siglo XVIII y cada vez más apreciado como testimonio de la paleohistoria cristiana. El texto dice «Rufo el mensajero, sepultado el 10 de diciembre» y el dibujo que sigue al texto se ha identificado con una palma de martirio, un símbolo inequívoco para los primeros cristianos. En la actualidad se encuentra en los Museos Vaticanos.
Lo único que sabemos sobre estos mártires es lo que dice san Policarpo. No existe huella ninguna del culto primitivo. Nota de ETF: para referencias sobre el texto en la tumba puede consultarse el web de la parroquia donde esta la tumba de San Rufo (en italiano)