Esta memoria recibía tradicionalmente el nombre de «Santa Sinforosa y sus siete hijos», basándose en la leyenda que enseguida comentaremos, y que dio lugar a unas «Actas de martirio» que se tuvieron por auténticas durante mucho tiempo, y que incluso Ruinart clasificó dentro de las que él denominaba «Acta sincera». Como en tantas otras ocasiones, debemos distinguir el nivel de los hechos que con signos fiables de veracidad han llegado hasta nosotros, de los que la memoria popular transformó en leyenda y que, por muy pintorescos y tradicionales que puedan ser, no forman parte de la memoria del santo, es decir, de la obra de santificación de Cristo en él, y a través de él, en la Iglesia. El entramado legendario es, sin embargo, importante conocerlo -así sea para descartarlo-, porque de él suele tomar cuerpo la iconografía y la veneración popular.
La leyenda de Sinforosa ubica los hechos n la primera mitad del siglo II, en Roma, bajo el emperador Adriano (117-138). Éste acaba de terminar su palacio en Tibur, pero al invocar a los dioses se le revela que estos no están demasiado contentos; la causa es, tal como lo dice el oráculo, una cristiana: «La viuda Sinforosa y sus hijos nos atormentan diariamente invocando a su Dios. Si ella y sus hijos ofrecen sacrificios, prometemos darte todo lo que pidas.» Sinforosa era una matrona romana, viuda del tribuno Getulio, también mártir. A partir de ese momento, el Emperador intentará por todos los medios hacer que Sinforosa y sus hijos sacrifiquen a los dioses de Roma. Puesto que no tiene éxito con la madre, la arroja al río Anio con una pesada piedra al cuello. Con los hijos lo sigue intentando, y naturalmente que la Passio despliega los detalles de las diferentes torturas infligidas a cada uno, hasta que acaba con todos. Son enterrados cerca del noveno miliario camino de Roma en la vía Tiburtina, y con el tiempo una basílica se construye en ese lugar.
Las tumbas de Sinforosa y otros siete mártires existen en el noveno miliario de la vía Tiburtina, y hay restos de una basílica, por lo que puede aceptarse como perfectamente ajustado a los hechos la base del culto. Sin embargo, no hay la menor evidencia de que formaran parte de una misma familia, y más bien el cuadro de la madre y siete hermanos hace pensar en la gesta de la madre macabea y sus siete hijos, sobre cuyo fundamento se tejieron muchas leyendas de santos, como la de «Los siete hijos de santa Felicitas». H Delehaye lo sintetiza de esta manera: «siete santos, cuya única relación consistía probablemente en la proximidad de sus tumbas o del aniversario de su muerte, se convirtieron en hermanos entre sí y en hijos de Santa Sinforosa.»
El nuevo Martirologio Romano renuncia, desde luego, a la leyenda, pero, no sin un punto de ironía, expresará en el elogio que estos mártires «quedaron hermanados en Cristo tras padecer el sacrificio bajo diversas formas de tortura».
Artículo basado en el Butler-Guinea de la fecha (tomo III, pág. 136) y en el de Michael Ott, «St. Symphorosa», en la Catholic Encyclopedia (1912).