Las persecuciones en el Imperio Romano tuvieron distinta intensidad, según las regiones de tan dilatada entidad política: los mismos decretos eran aplicados con rigor en unos sitios, con laxitud en otros. En el caso de Hispania, hacia el año 304, siendo augustos Diocleciano en Oriente y Maximiano en Occidente, gobernaba Hispania Daciano, quien aplicaba con rigor y crueldad los decretos contra los cristianos, de modo que regó el suelo con la sangre de los mártires más famosos y fecundos de España: Eulalia de Mérida, Vicente de Zaragoza, y muchos otros. El martirio de los tres hermanos que rememoramos hoy puede situarse en el mismo contexto.
Su culto es antiquísimo, inmemorial, y está atestiguado no sólo en los listados de mártires locales, sino en algunos de los grandes martirologios históricos, de dentro y de fuera de España: Adón, Usuardo, Floro, Wandelberto, la liturgia Mozárabe, coinciden en inscribir estos mártires el 27 o el 28 de octubre, en Ávila. Un himno litúrgico latino anterior al siglo VII los celebra, aunque no da detalles del martirio. Lamentablemente, no hay más de histórico que estos retazos, que nos hacen apenas entrever lo que fueron las persecuciones y el triunfo de nuestros mártires; triunfo doble, porque compartieron la cruz de Cristo, y porque en el culto vuelven junto con él a reinar «mil años», es decir, hasta que vuelva en su gloria.
Pero a la piedad popular parece poco todo esto, y enseguida se tejieron leyendas sobre los tres hermanos, e incluso unas actas que, aunqeu se conservan, son tardías e indignas de crédito. De todos modos, vale la pena aunque sea conservar las líneas maestras de esas narraciones, no porque nos aporten nada al conocimiento de los santos o a la admiración que su testimonio nos provoca de por sí, sino porque a través de esas leyendas se nos hacen más familiares los rastros iconográficos y cultuales que han persistido a través de siglos. Decía, entonces, la leyenda, que lso hermanos habían ncido en Toledo, que eran huérfanos, y Vicente, el mayor, sostenía el hogar de los tres. En la persecución es apresado él, pero sus hermanas lo ayudan a escapar, y huyen los tres a Ávila, donde son apresados y, ahora sí, condenados los tres hermanos juntos, quienes, después de tan indecibles como convencionales a las «pasiones literarias», tormentos, mueren, es decir, triunfan en el cielo.
Unidos a los mártires conjugad los gozos:
con pía voz Vicente cumpla sus oficios,
Sabina repita palabras celestiales,
Cristeta, espirituales.
(fragmento del himno latino antiguo para el día de estos mártires).
En Acta Sanctorum, oct. XII, bajo el día 27 (no el 28) se encuentra el himno latino completo (del que cité sólo una estrofa), las actas legendarias, y la discusión sobre los diversos aspectos históricos. La ilustración es un dibujo a lápiz de Eduardo Sánchez, sobre la imagen tradicional de los santos.