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Beata Benedetta Bianchi Porro, laica

Benedetta nació en Dovadola, un pequeño pueblo de la provincia de Forlì, hija del ingeniero Guido Bianchi Porro y Elsa Giammarchi, el 8 de agosto de 1936. Con el nombre de Benedetta Bianca Maria fue bautizada en la iglesia de la SSma. Virgen Annunziata cinco días después. Benedetta es la segunda de seis hijos. Desde temprana edad su vida estuvo tocada por el sufrimiento, a los tres meses de vida la golpeó la polio que la dejó "flácida", con la pierna derecha un poco más corta que la izquierda y discapacitada.

La sensibilidad que la ha caracterizado desde pequeña va acompañada de su inteligencia y voluntariedad. Pasó sus días en la escuela primaria, jugando con otros niños, sin embargo fue sensible y reflexionó sobre el milagro de la vida que triunfa en todas las cosas, en las flores, en los prados soleados y en su cerezo que regaba a diario. El vínculo con su abuelo materno, que vivía en Dovadola, junto con el ambiente naturalista propio de los Apeninos toscano-Romagnolo la motivaron a apreciar su ciudad natal, pero el traslado de la familia a Forlì en 1945 marcó el cambio con la vida en la ciudad, en la que completó el estudio en la escuela primaria, luego en la secundaria y finalmente en el bachiller.

A los trece comenzó a perder gradualmente la audición, pero le esperaba un nuevo cambio, pues en 1951 la familia se trasladó a Sirmione del Garda, encontrando siempre un ambiente naturalista que la joven apreciaba mucho, cuya agradable vista iba acompañada de pasión por el estudio y por el piano, que tocaba en su tiempo libre.

El dolor la tocó nuevamente y se vio obligada, todavía una adolescente, a usar un corsé para evitar la malformación de su espalda. A los quince años la sordera era casi total e incluso la capacidad motora se reducía, teniendo que ayudarse con un bastón. Continuar sus estudios en la universidad donde se matriculó en Medicina le permitió autodiagnosticarse la enfermedad que la aquejaba desde hacía tiempo: la neurofibromatosis difusa. En 1957 se sometió a una cirugía de cabeza. Dos años más tarde Benedetta hizo el último examen de la Universidad, en medio de mil problemas de salud; durante el verano fue operada de médula espinal con desenlace fatal porque quedó paralizada en sus miembros inferiores y de la silla se trasladó a la cama, enferma, donde permaneció más de cuatro años. Poco a poco fue perdiendo el gusto, el tacto y el olfato. Desde su lecho en el que quedó confinada, Benedetta recibía a sus amigos, algunos de los jóvenes estudiantes, a quienes estaba tan apegada y de quienes recibió consuelo y les enseñó en la fe, mostrando el progreso de su camino espiritual en el sufrimiento. Las dos peregrinaciones a Lourdes con Unitalsi contribuyeron a una fe cada vez más profunda, que penetraba el Misterio de Dios, apoyándose cada día más en la cruz, que daba sentido al sufrimiento vivido por su cuerpo, ofreciendo su dolor a Cristo sacrificado en la cruz. Sin embargo, en su camino de fe, Benedetta comprendió la riqueza de aceptar el criterio de Dios, que da sentido a cada persona aunque esté enferma en cama. En febrero de 1963 Benedetta se quedó ciega y el sufrimiento físico aumentó en intensidad. A estas alturas, solo podía comunicarse a través de la palma de su mano derecha, la única que había conservado la sensibilidad.

Benedetta murió en Sirmione el 23 de enero de 1964. Los últimos días fueron muy duros para ella y llenos de dolor, tanto que esperaba que llegara pronto una inminente llamada del Novio para poner fin a sus días de espera. Tras su muerte, Benedetta fue transportada por voluntad propia al cementerio de Dovadola donde fue enterrada y allí permaneció hasta que sus restos mortales fueron trasladados a la tumba reservada para ella en la capilla de la iglesia de Sant'Andrea de Dovadola, en 1969.

Traducido de la breve noticia del web dedicado a la beata: www.benedetta.it